Hace unos días me impactó de una manera alarmante una declaración del recién llegado a la política española, don Pablo Iglesias: «El día que dejemos de dar miedo, seremos uno más y ese día no tendremos ningún sentido como fuerza política».

Partamos de la afirmación de que cualquier político, de derecha, centro o izquierda, no está para «dar miedo», está sencillamente para servir a su país. El arma más poderosa que tiene un político no es la fuerza. No es la represión, el castigo ni la guerra. Esas artes son de otro tiempo, de otra época. Hoy en día los políticos prefieren no llegar hasta esos extremos para controlar y someter al pueblo. Hoy en día ya no hace falta.

No hace falta porque han descubierto que, a la hora de gestionar una población, no es necesaria la fuerza si se sabe bien cómo amenazar a los individuos. Debido al miedo transmitido con una amenaza, las personas obedecerán como si les hubieran atacado o torturado. El miedo es la fuerza que mueve a los hombres y les hace obedecer. El miedo es la razón por la que el sistema se mantiene vivo. No podemos explicar cómo funciona el mundo sin hablar de la política del miedo.

El miedo está presente en la política hasta el punto que se podría decir que la política es el arte de dar miedo para que te obedezcan. Infundiendo miedo la población aceptará políticas económicas, políticas bélicas, políticas sociales? Decisiones políticas, en definitiva, que no habrían sido aceptadas en condiciones normales. Porque cuando una sociedad vive con miedo no está viviendo en condiciones normales.

Hace poco hemos tenido un clarísimo ejemplo del uso de la política del miedo. Fue en el programa «Al Rojo Vivo» (La Sexta), el pasado día 14 de octubre. En el debate, el director del periódico La Razón, Francisco Marhuenda, aseguró que si en España gobernara Izquierda Unida la prima de riesgo alcanzaría los 800 puntos, seríamos un país intervenido y ninguna gran empresa querría invertir en nuestro país. Aunque en frente tenía a la diputada de Izquierda Unida, Tania Sánchez, que le discutió y recriminó esas afirmaciones, Marhuenda siguió repitiendo una y otra vez que lo que había dicho era verdad. No era la primera vez que el director de La Razón vaticinaba una mal escenario para España si gobernara la izquierda.

En el ámbito político, se suele utilizar el miedo como arma o argumento de proselitismo y captación de votos. En efecto, la «política del miedo» amenaza con verdaderas apocalipsis si no ganan sus candidatos y programa. El discurso del miedo no se funda en la fuerza de las ideas, sino en el augurio de mayores males si gana el adversario. Utilizar el miedo como arma electoral y amenazar con el «yo o el caos» es hacer hincapié en los supuestos peligros del adversario y renunciar a defender sus propias ideas. La política del miedo hace suyo el proverbio «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer», para oponerse a cualquier posible alternativa.

En muchos países, y quizás también en España, la política del miedo está avivando la discriminación, ensanchando el abismo entre quienes tienen y quienes no, entre «ellos» y «nosotros», y está dejando desprotegida a la población más marginada. En definitiva la política del miedo: divide.

Nos están intentando dibujar un escenario de miedos e incertidumbres que nos tiene absolutamente anulados. Tenemos miedo a que gobierne la izquierda o a que gobierne la derecha. Son miedos infundados. A la democracia no hay que tenerle miedo. El miedo siempre ha sido un aliado natural del poder. Es una emoción que inmoviliza, que neutraliza, que no permite actuar ni tomar decisiones con naturalidad. El miedo como arma de dominación política y control social, el miedo como destrucción masiva en la guerra de clases.

Tengo la sensación de que la democracia retrocede en nuestro país, pierde calidad y participación pública, mientras el mercado avanza en ausencia de normas y mediante abusos, escándalos y complicidades con el poder político, pero el miedo parece que nos ha atado a una especie de resignación sin límites. Es muy conocida una frase de Roosevelt pronunciada en su toma de posesión en 1933, metido de lleno en la crisis del crack de 1929: «A lo único que hay que tenerle miedo es al miedo mismo». Quizás sea la hora de aplicárnosla y de reaccionar.

Termino estas reflexiones con una frase de Paulo Coelho: «Cuantas cosas perdemos, por miedo a perder».