Antes de un decisivo partido para el futuro inmediato del club, el capitán ha hablado. No es que el rival, el Eldense, sea a priori un equipo a temer, ha cosechado cinco derrotas en cinco partidos, pero sí es el típico adversario contra el que ganar es una obligación, y no ganar sería un nuevo fracaso que incidiría en el malestar de la afición y en la desconfianza en el vestuario hacia el entrenador. Por ello las declaraciones de Peña han venido como anillo al dedo. Este era el momento para dejar las cosas claras y demostrar ante seguidores y directiva que la plantilla está dispuesta a coger el toro por los cuernos. En sus manifestaciones ha dejado caer que los jugadores, la plantilla en general, no son partidarios de los planteamientos de los partidos que a priori lleva a cabo el míster. Viene a decir Peña que la plantilla vería con buenos ojos un planteamiento más agresivo y directo que el que viene desplegando hasta la fecha el Hércules, en el sentido de las críticas que se le han hecho a Tevenet en este nuevo pobre inicio de temporada.

Peña es sin duda el gran capitán de esta época en el equipo blanquiazul. Recoge el testigo de otros que también lo fueron en otras épocas distantes y distintas del Hércules. En el recuerdo aquel santapolero de nombre Maciá que dio tantas tardes de gloria al equipo alicantino antes y después de la contienda civil. O aquel canario pequeño de estatura, pero grande de espíritu que formara ala izquierda con el añorado Ramón, y que desempeño su capitanía en unos tiempos en los que había que hilar muy fino entre plantilla y directiva. Pero quizás el último gran capitán que ha tenido el Hércules fue Baena, aquel mítico medio centro defensivo de la gloriosa época herculana de los años 60 en Primera División, que pasó de ser incomprendido por la afición a convertirse en el estandarte del vestuario de una plantilla por ahora irrepetible. Grandes capitanes que supieron mediar entre ese triángulo que no siempre está en armonía, compuesto por afición, directiva y plantilla.

El extremeño llegó al Hércules en la temporada del ascenso y se hizo con la titularidad en la banda izquierda hasta nuestros días. Vino con experiencia y edad, 32 años le contemplaban, y su trayectoria abarcaba equipos como el Levante, Albacete o Murcia. Lleva entre nosotros casi una década, en la que se ha mantenido fiel a los colores en los sucesivos descensos a Segunda División y a Segunda División B. Es hombre que conoce bien al máximo accionista y por supuesto a la entidad y a sus aficionados y peñas; por tanto, está suficientemente cualificado para ejercer como capitán. El título de Gran Capitán, ya depende de él y de la historia que se lo quiera reconocer, pero actitudes como las que acaba de tener en una semana difícil para los colores herculanos le capacitan para ello. Sus 38 años son exponentes de su profesionalidad, lo que significa el primer ejemplo a seguir por los más jóvenes y un valor añadido a su portavocía del vestuario.

Debe Peña hacer lo necesario para que la reciente historia del Hércules no se vuelva a repetir, y además de transmitir el sentir de la plantilla a la dirección técnica y deportiva, arengar a sus compañeros para insuflarles la agresividad y garra que se debe desplegar en una categoría en la que perentoriamente hay que aunar ello con el buen juego, y la imperiosa necesidad de tomar siempre la iniciativa en los partidos. Doble tarea tiene Peña, como jugador y capitán, y su cuota alícuota en fracasos y éxitos será siempre mayor que la de los demás compañeros. De ahí la importancia que se le debe dar al puesto de capitán en una plantilla.