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Toni Cabot

Esas cosas de la nueva política

La nueva política debería ser otra cosa. Al menos ese era el predicado que sujetaba el tenderete de quienes se postularon como elementos necesarios para regenerar una sociedad enferma, alterada por interminables casos de corrupción mientras se ahogaba entre estrecheces. Cantos de trovador para denunciar los inexistentes escrúpulos del rufián y propiciar su obligado envío a galeras como paso previo a la entrada de esa nueva generación presta para bracear en nombre del buen gobierno, el que debe prevalecer libre de vicios y pecados. Eso es lo que nos vendieron y eso es lo que se les exige: pulcritud sin mácula, claridad, decoro, luz y taquígrafos. En suma, honestidad en toda la extensión de la palabra. Nada más allá de lo que nos vendieron, nada más allá de lo que pregonaban. Personajes como Rus -ese pájaro desvergonzado que se paseaba con un Ferrari por las calles de Xàtiva alardeando de su poder antes de que le cazaran contando billetes- no nos sorprenden. Los de ese pelaje (la lista es extensa) solo tienen capacidad para indignar, nunca para sorprender puesto que nunca se esforzaron en esconder sus desmanes con una vida acorde al sueldo que legítimamente percibían. No, de esta última raza sabemos cómo ocuparnos, cómo calificarlos, cómo encasillarlos. Ahora son otros los que empiezan a dejarse ver, añadiendo su propia salsa al inagotable caldo de la indignación. Esos que llegaron prometiendo que bajo sus alas nadie metería el cazo en la olla, nadie cataría lo que no le corresponde y, sin embargo, al menor descuido, acaban sirviéndose una ración o repartiéndola entre sus amigos. Es por ahí donde surge de nuevo el brinco, el golpe de irritación que puede provocar (y provoca) ver a la concejal del Ayuntamiento de Alicante Julia Angulo en el intento de convencer a media luz de que no hay mejor destino que su ecuatoriana ciudad natal, la misma que cogobierna su hermana, para regalar material del municipio en desuso bajo el inocente disfraz del hermanamiento. El hecho de dar marcha atrás deja en evidencia que la jugada escondía moho. El mismo que desprendió en su día Nerea Belmonte, excolega de la ecuatoriana, tras conocerse que concedió varios contratos menores a la empresa de comunicación de dos compañeros suyos en Podemos. Hoy, curiosamente, Belmonte y Angulo están a la greña. Una con menos bendiciones que la otra, aunque ambas cruzaran la misma línea, en pos de un mismo fin: arrimar el ascua a su sardina.

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