La justicia española es muy lenta pero nunca olvida. Una vez que ha acabado agosto comienza de nuevo a trabajar. Como viene siendo habitual, una crónica de mi admirada Mercedes Gallego me vuelve a dar la oportunidad de escribir sobre la actuación de las cajas de ahorro, sobre todo de las valencianas. Gallego, en una crónica de INFORMACIÓN, explica cómo han comenzado de nuevo las declaraciones de varios exconsejeros de Bancaja ante la juez de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, que investiga los prestamos que la citada caja concedió a Juan Ferri y José Baldó para realizar inversiones en el Caribe. Debo recordar que en las causas de la CAM también existe una en la cual están imputados Ferri y Baldó junto a los exdirectivos de la caja alicantina, Roberto López y Daniel Gil, por el mismo motivo: inversiones en el Caribe.

Casi todo el mundo ya coincide en que, dejando al margen la mala gestión, la quiebra de las cajas se produjo por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. El crecimiento imparable de los precios de los pisos desde el 2000 al 2008, hizo creer a la mayoría de banqueros novatos de que sus inversiones en este sector no podían tener problemas. Ellos pensaban que si alguien no podía pagar, siempre se podía vender el piso, recuperar la deuda y todavía sobraría dinero para gastos y otros. A partir de 2008 el precio de los pisos dejo de subir y empezó a bajar, y a partir de 2009 seguían bajando y además la llegada de la crisis provocó que la demanda bajará considerablemente, esto provocó que miles de pisos que estaban en construcción se quedaron parados porque no tenían salida, los promotores y constructores no podían pagar los prestamos que les vencían y de igual modo los particulares, sobre todo los que habían pasado al paro, no podían atender las cuotas de sus hipotecas. Al principio, las cajas solucionaron el problema renovando operaciones para dar más plazo a empresas y particulares, pensaban que la crisis duraría poco, pero como se fue alargando tampoco pudieron pagar a los nuevos plazos. Las cajas no podían renovar de nuevo, incumplirían las instrucciones del Banco de España, por lo cual no tenían más solución que pasar los asuntos a mora e iniciar el procedimiento de embargo o ejecución de hipoteca. Todo esto lo tuvo que ver el Banco de España, y por esa razón en los años 2009 y 2010 ya tenía que haber intervenido para solucionar el problema y aportar miles de millones de euros para solucionarlo, al igual que lo hizo EE UU, R.U, Alemania, Francia e Irlanda. El Gobierno de Zapatero pensaba, al igual que los banqueros novatos, que la crisis duraría poco y como además la deuda del Estado era muy baja, España no tendría problemas y más adelante se ocuparían de ayudar a las cajas. La crisis duró mucho más de lo esperado, y el no haber actuado en su día provocó que el rescate bancario costase más del doble de lo que hubiese costado de hacerlo en su día.

Lo que a mí me llama la atención de todo este tema es que si el culpable de todo fue «el ladrillo», lo lógico hubiese sido que al igual que la mayoría de las cajas quebraron, lo mismo debería haber ocurrido con los promotores y constructores más importantes. Pero esto no ha ocurrido, ¿por qué?, pues en mi opinión porque los promotores fueron más listos que los banqueros novatos. No solo se trata de Ferri y Baldó, también tenemos a Ortiz, Salvador y una larga lista.

En mi opinión el tema es muy sencillo. Un promotor acude a una caja para pedirle un préstamo de 50 millones de euros para comprar un solar y construir 400 viviendas. Se da el préstamo, se paga el solar y se comienza a construir, pasan los días y el promotor sigue utilizando el préstamo para seguir la obra, pero con el pinchazo de la burbuja no se venden pisos y el promotor no puede pagar los primeros plazos del préstamo. Han vencido 5 millones de euros y si no se pagan la caja tiene que contabilizar en mora los 50. La caja para evitarlo aporta los cinco millones a la sociedad constructora a cambio de un 5% de las acciones, porque el promotor dice que la empresa ahora vale 100 millones de euros. Pasan unos meses y la caja vuelve a poner otros 5 millones a cambió de otro 5% de las acciones. La obra continúa pero siguen sin vender pisos. Final de la historia: La caja, con el fin de evitar la entrada en mora del asunto, compra el 100% de la sociedad y le paga al constructor 20/30 millones de euros. O sea, el promotor queda libre de toda responsabilidad con 20/30 millones limpios en el bolsillo mientras la caja se queda con 400 pisos que todavía tiene que acabar y sin compradores.

Todo lo expuesto es la parte técnica y financiera del asunto, pero si tenemos en cuenta que durante todo este proceso se han producido viajes de lujo al Caribe; viajes en yate acompañados de «titis»; regalos de lujo y otras supuestas «prebendas» en efectivo y en pisos que todavía están por probar, que algunos directivos y consejeros recibieron de los promotores, pues nos daremos cuenta que algunos banqueros además de tontos eran unos aprovechados.