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La brisas de Manzanares y los vientos de Madrid

De todos es sabido que septiembre es uno de los meses más taurinos del año. La proliferación de fiestas patronales en multitud de localidades de todo el territorio de la piel de toro conlleva un amplio número de festejos en algunas ferias de acrisolada solera. Logroño, Valladolid, Salamanca, Ronda, Sevilla por San Miguel, las francesas Nimes y Arles, y las más cercanas Murcia y Albacete conforman un amplio y variado menú de ciclos donde los primeros espadas del escalafón se ven las caras en esa recta final de temporada plena de madurez en las telas y en los astados.

Y entre los muchos triunfos que han acaecido en estos últimos días, se hace necesario destacar el del pasado viernes en Albacete de nuestro paisano José Mari Manzanares. Se le había visto algo desdibujado el martes en Murcia, cita en la que entre el viento, la mediocridad del encierro de sus apoderados (Hermanos García Jiménez, a saber, los Matilla) y cierta apatía en el propio torero dejaron en casi nada lo visto en el ruedo de La Condomina, donde fue el único matador en no salir por la puerta grande. Por cierto, puede estar el empresario Ángel Bernal contento con el resultado. ¡Qué bien conoce a su gente!

Y llegó la tarde del viernes en Albacete, el serial más largo del mes, donde se cuida mucho la presencia del toro. Dos astados muy diferentes sorteó Manzanares, y de los dos se llevó los máximos trofeos. El «ensabanao» que lidió primero, noble y repetidor, impuso su velocidad a los vuelos del torero, que le enjaretó tandas por ambos pitones con su peculiar empaque, aunque sin terminar de compenetrarse con la intensa embestida. Con el quinto, sin embargo, surgieron algunos muletazos sencillamente sensacionales. La izquierda, otra vez esa maltrecha mano izquierda, volvió a acariciar el estaquillador y a convertirse en una prolongación de las yemas de sus dedos. Otra vez el compás, cimbreando la cintura y acompasando, esta vez sí, pasajes extraordinarios. Y sin perder su tino con los aceros, que a este le endilgó un soberbio espadazo en la suerte de recibir. Camina Manzanares con paso firme en esa senda iniciática hacia la naturalidad, que en él troca en estética subyugante. Una brisa de aire fresco le ha quitado esos aires sombríos de antaño difíciles de llevar. Ha cambiado los números por las sensaciones, y con ello hemos ganado todos. Toca tener más paciencia, esperar más, pero el premio vale la pena.

Y este septiembre nos ha sorprendido también con el duelo para la licitación del coso de Las Ventas, el centro del toreo casi mundial. José Antonio Chopera se presentaba casi como la única opción de continuidad, amigado con el multimillonario mexicano Bailleres. Y hete aquí que Simón Casas, que había echado pestes sobre el pliego de los «madriles» por esa boquita tan largona que Dios le ha dado, a última hora presenta una oferta en connivencia con la empresa Nautalia, especializada en turismo. De rebote, un alicantino, Nacho Lloret, entra en liza en esa carrera hacia el olimpo venteño. Toca alegrarse por él. Ambas ofertas han cumplido con los mínimos técnicos establecidos y ahora se espera conocer en breve qué ha ofrecido cada cual en los aspectos variables y puntuables. Cabe suponer que los primeros hayan ido más a cumplir los mínimos, si pensaban que se presentarían en solitario. Y que los segundos planteen una propuesta más jugosa, pues sabido es que el empresario galo gusta de ofertas fuertes, variadas y novedosas. Casi temerarias. En Alicante ya lo hizo, y luego se dedicó a echar pestes al ayuntamiento por pedir lo que antes ofreció él mismo. En fin, que gane el que mejor trabajo vaya a hacer para la fiesta.

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