Los cuatro políticos de nuestra particular Apocalipsis patria, Mariano, Pedro, Pablo y Albert, están sufriendo en sus propias carnes, y a su vez contagiándonos a todos, un vértigo que no lleva camino de desaparecer. Ya son muchos meses de pastilleo y pasteleo, que no resuelve el miedo, de uno a gobernar en minoría y de los otros tres a opositar en mayoría. Todos dicen tener la solución, pero ninguno la pone en práctica. Se conforman con reunirse y llamarse para nada. Todos ansían la victoria para sí y la guerra, el hambre y la muerte para los otros.

Mientras nada solucionan se conforman con hacer el correspondiente «tour» por los territorios donde se avecinan nuevas batallas electorales. Van de aquí para allá, mostrando sus miserias políticas, engañando a los espectadores que van a verlos y a escucharlos y, en definitiva, a la nada más absoluta, a más de lo mismo.

El tiempo pasa y los cuatro esperando que caiga una gota, de no sé dónde, para que podamos beber en este secarral en el que han convertido el suelo que pisamos. El agotamiento y el pesimismo cunden entre los espectadores de este bodrio de película. Si nadie o nada lo remedia la tercera electoral será una realidad y a buen seguro que el dicho popular de «a la tercera va la vencida» no surtirá efecto.

Posdata: «El vértigo es una sensación de ilusión o alucinación de movimiento de los objetos que nos rodean o de nuestro propio cuerpo», para combatirlo lo mejor es una buena dosis de dogmatil.