Estamos, otra vez, en campaña electoral. Los ciudadanos de las comunidades autónomas de Galicia y del País Vasco están llamados a las urnas por tercera vez en nueve meses; está vez para elegir a sus gobiernos autonómicos. A esos dos maravillosos rincones de la geografía española y con la intención de «ayudar» a sus compañeros de partido, se han desplazado los líderes de las cuatro fuerzas políticas más votadas en las pasadas elecciones del 26 de junio. Me pregunto cómo se sentirán los aspirantes a presidir las vidas de gallegos y vascos durante cuatro años cuando tengan que compartir tribuna oratoria con los mismos que durante nueve largos meses solo se han dedicado a poner de manifiesto su infantilismo político; con aquellos que no dudan en mentir, los mismos que entre postureo, reproches trampas y amenazas tienen paralizado un país, llegando a insultar la inteligencia de sus votantes. Yo, de ellos, aunque seguro que más de un dirigente autonómico ya lo ha hecho, no dudaría en encomendarme al refrán popular ese que dice: «Santo Tomás, que no venga nadie más».

¡Qué pereza me da volver a escuchar en campaña electoral a Mariano, a Pedro, a Pablo y a Albert! La verdad es que me tienen harto, me tienen aburrido, hastiado, me tienen cansado. Desde finales del pasado mes de junio, si olvidamos los seis meses después de la Navidad, llevamos más de cincuenta días viendo cómo PP, PSOE, Unidos Podemos, más podemos que unidos y Ciudadanos han dispuesto de una infinidad de horas de televisión y páginas de prensa donde solo han sido capaces de mostrar su mediocridad, su egoísmo y su baja altura de miras, mientras siguen agazapados, ellos creen que legitimados, bajo unas siglas que hace tiempo que ya no representan. Son mentirosos, pedantes, interesados, necios y aburridos, aburridos hasta la saciedad. Su irresponsabilidad lleva al Partido Popular a pretender seguir gobernando sin poner remedio al tufo de corruptela que lo inunda: se asemejan «al bravucón» de una aula, que aunque ha hecho la vida imposible a muchos, no entiende el porqué sus compañeros no lo votan para delegado de clase. Los socialistas siguen manteniendo una postura de bebé caprichoso y enfadado que egoístamente se niega a compartir «un juguete», en este caso la izquierda política, con otro niño. Otros, y hablo de Podemos, se muestran tristes y llorosos al comprobar que han dejado de ser esos adolescentes populares y famosos y que tratando de entenderlo sigue mirándose al espejo buscándose fealdades que no son capaces de encontrar. Por ultimo Ciudadanos, que quiere ser, sea cómo sea, «el protagonista de la fiesta», aunque para ello tenga que cambiar la corbata por la camisa a cuadros y tenga que sobornar al mismísimo diablo o a sus propios amigos. Eso sí a los cuatro les une una preocupación: no quieren oír ni hablar de terceras elecciones y es que en sus mentes resuenan las últimas declaraciones de Felipe González que espero que no les deje dormir tranquilamente.

Así es y, sin que sirva de precedente, estoy totalmente de acuerdo con el expresidente español, el señor González. De tener que volver a las urnas, y ya sería la tercera vez en un año, si todavía les queda algo de decencia, ya no política sino personal, los cuatro líderes políticos tienen que dar un paso atrás. Ninguno de ellos debería encabezar una lista electoral ya que en dos ocasiones nos han demostrado su incompetencia, su nulidad para llegar a un entendimiento entre ellos. Verlos en el primer puesto de salida en una nueva cita electoral en Navidad, después de que todos ellos hayan perdido dos elecciones, sería un insulto para muchos de los votantes, para muchos ciudadanos españoles. De haber terceras elecciones, que todo apunta a que sí, y parafraseando a esa gran artista española como fue Lola Flores, le diría a Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera: ¡Si me queréis, irse!