En un momento tan sensible como éste los ciudadanos andan pendientes de cualquier movimiento que les haga afianzarse en su voto, o bien arrepentirse del mismo. Y digo su voto, aunque tal vez debería decir sus votos para ser más exactos, porque muchos se inclinaron por dos opciones diferentes en las primeras y segundas elecciones. Puede que haya muchos que incluso llegaran, caso de materializarse finalmente las terceras elecciones y como continúe este clima de inestabilidad, a votar a otro tercer partido diferente de los anteriores. Y es que parecemos hámsters metidos en una rueda que gira y gira, a la que le hemos dado ya tantas vueltas que a este paso terminaremos todos borrachos.

Es cierto que las imputaciones de los socialistas andaluces Chávez y Griñán de una parte y de los populares valencianos Barberá y Rus de otro son un auténtico jarro de agua fría en estos días. No hablemos ya de la sombra de la sospecha que ha caído ahora también sobre Francisco Camps. De hecho estas noticias funcionan como armas arrojadizas en manos de los partidos políticos, que se inflan a reproches mutuos a cuenta de los casos de corrupción.

Ha sido, por todo ello, una pésima coincidencia que podría parecer obra del maligno la de todas estas noticias con el nombramiento frustrado de José Manuel Soria, como representante de España ante el Banco Mundial. A Guindos lo corrieron a gorrazos por las explicaciones que dio ante la Comisión de Economía del Congreso, donde argumentó que Soria era un candidato técnico pero no político, lo que resultó surrealista. Y conste que no lo digo porque crea que Soria no era adecuado al puesto, sino porque, lo queramos o no, quedó tan marcado por la historia panameña que lo obligó a dimitir como ministro, que era seguramente el más inadecuado de los posibles candidatos españoles. El PP ha demostrado o bien una gran ingenuidad al pretender este nombramiento, o bien un peligroso alejamiento de la realidad de la calle. Esto de Soria, como decía, fue una decisión a simple vista equivocada, de una parte porque dio carnaza al enemigo justo a pocos días de la fallida votación de investidura, validando los argumentos de los que la impidieron, y de otra porque muchos de los propios votantes populares se habrán quedado patidifusos por la falta de vista demostrada. Aunque supongo que con el revuelo que se ha armado el PP se habrá caído por fin del guindo de esa mayoría absoluta de la que ya no dispone.