«Vivir no es necesario, navegar sí»,

(Pompeyo, 106-48 a.C.)

Tras leer el cuadernillo especial sobre enseñanza y formación que el diario INFORMACIÓN publicó el pasado viernes pudo el lector pensar que la formación universitaria unida a la realización de algún máster especializado conlleva mayores posibilidades de encontrar un trabajo cualificado. Y aunque en un principio se debería dar una respuesta positiva a esta suposición, la realidad empresarial española demuestra que aún estamos muy lejos de que realidad y teoría hablen el mismo idioma.

Y esto es así porque cualquiera que conozca los mecanismos que hacen funcionar las empresas privadas españolas sabe que las circunstancias de cada lugar y de cada persona -no podemos evitar recordar aquí la frase orteguiana sobre las circunstancias- son fundamentales a la hora de buscar trabajo y de conservarlo. A pesar de que las escuelas de negocio españolas -con rimbombantes nombres en inglés- se empeñen en crear una jerga que alimente su intención de ser indispensables, la realidad es que su misión se reduce a vender el mayor número posible de sus conocidos cursos que nunca podrán sustituir a una formación cultural e intelectual que, teniendo como base la formación (terminada) universitaria, debe extenderse también a otros territorios como son un buen caudal de lecturas, la realización de viajes en solitario que formen el carácter del viajero y una ética personal ausente de envidias y del rechazo a ideas nuevas.

Mi experiencia personal en el ámbito empresarial me ha permitido conocer bastantes directivos poseedores de uno de esos másteres que tanto se anuncian que por mucho traje y corbata que se pongan no logran esconder su escasa formación cultural e intelectual. Recelosos de cualquier incorporación que se produzca en sus departamentos, ven fantasmas en cualquier persona cercana a ellos, como si todo el personal que los rodea quisiese arrebatarles sus puestos de trabajo que, por supuesto, sólo ellos merecen. Para ello no dudan en poner todas las zancadillas posibles a sus subordinados aunque eso suponga una pérdida de competitividad de su departamento, y por tanto, de la empresa para la que trabajan. Las escuelas de negocio deberían insistir en sus clases que un departamento con trabajadores bien pagados y motivados es uno de los aspectos más importantes para alcanzar el éxito.

Por mucho que las asociaciones empresariales traten de ocultarlo, es un hecho probado que en los últimos años, y gracias a la reforma laboral del Partido Popular, el despido en España está a un paso de la gratuidad. Esos directivos con sus bonitos títulos de MBA colgados en las paredes de sus despachos no dudan en prejubilar a trabajadores de mayor edad con solvencia demostrada y sueldo acorde para sustituirlos por jóvenes recién licenciados con sueldos de miseria. Durante la crisis económica en la que estamos y estaremos, el número de contratos de becarios ha subido exponencialmente. Recordemos que para ser becario es requisito indispensable ser licenciado universitario.

En las páginas del cuadernillo se recogían algunas afirmaciones realmente sorprendentes. Resulta que una de cada cuatro ofertas de trabajo exige ser graduado y saber hablar tres idiomas. ¿Para qué?, nos preguntamos. ¿Para trabajar gratis como becario en prácticas con la promesa de un posible sueldo mejor? No se molesten señores reclutadores de los departamentos de recursos humanos: los jóvenes que posean estas características tienen como deseo principal irse a vivir al extranjero, donde tendrán una vida y un salario dignos. También se comentaba la noticia de que los titulados son contratados por empresas cercanas a la Universidad en la que han estudiado, hecho que también sorprende si tenemos en cuenta que las asociaciones de empresarios han repetido hasta la saciedad en los últimos años que la movilidad de los trabajadores tiene que ser total, debiendo aceptar cualquier trabajo. Incluso en Laponia como dijo hace algún tiempo José Luis Feito, directivo de la CEOE.

Hace unos días se hizo público un informe emitido por la Comisión de Movilidad Social del Reino Unido en el que se hacía patente, una vez más, el terrible clasismo que impera en el Reino Unido que ha llegado a límites cercanos a la estupidez. Según admiten entrevistadores, responsables de departamentos y directivos de banca de la conocida City londinense, para conseguir trabajo en la City es muy importante el color de los zapatos, la forma en que le queda el traje a un aspirante o el color de la corbata. Debajo de semejantes requisitos se esconde el deseo de que los estudiantes de escuelas y universidades privadas copen las altas esferas de la economía inglesa. Acostumbrados a llevar traje desde la primera juventud, se buscan a jóvenes de clases altas que sepan cómo llamar al servicio con un gesto de la mano para que traiga el té y, como dice el informe, que tengan las maneras de banquero: su forma de hablar y de gesticular. Mucho me temo que semejantes tonterías hace tiempo que también se aplican en las empresas españolas.