Al hilo de unas declaraciones del siempre polémico y extravagante presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que manifestó estar dispuesto a donar cuatro millones de euros del erario público al Racing de Santander para impedir su desaparición, la inversión pública vuelve a estar sobre el tapete. Declaraciones que han quedado un tanto solapadas por la situación de enroque de la política nacional, y por qué no decirlo, por el personaje que las emite, siempre buscando protagonismo que agrande el populismo rancio y provinciano que le caracteriza. No hay que hacer mucho caso de lo que diga Revilla, dicen exégetas, opinadores y tertulianos en general. Hasta cierto punto, pues el mandatario cántabro, también se distingue por hacer de su capa un sayo, e ir contra corriente, y/o saltándose las directivas europeas, con tal de satisfacer a su electorado con medidas populistas, aunque vayan contra el interés general.

Llegados a este punto, en el que una gran mayoría social no ve con buenos ojos que desde la administración pública se atiendan las necesidades económicas de los clubes de futbol, el Hércules todavía está inmerso en la devolución de los famosos 18 millones de euros que la Generalitat puso en sus arcas; los clubes convertidos en sociedades deportivas anónimas necesitan inversores que les proporcionen seguridad para poder llevar adelante sus proyectos.

Cada club es un mundo, y ninguno es comparable para establecer prioridades y necesidades perentorias que primen a unos sobre otros, por ello, y todavía con los últimos estertores de la galopante crisis por la que pasó nuestro país, no es de recibo la aviesa intención del mandatario cántabro, ni por supuesto sus débiles argumentos a favor. Los clubes deben subsistir a base de inversiones privadas, a través de los paquetes accionariales, que pongan a disposición de los mismos el dinero preciso para llevar adelante planes viables que permitan, a quien arriesga, un mínimo resarcimiento, una vez saneadas la cuentas y cumplidos los objetivos. Ya no se trata como antaño, cuando en ocasiones se ponía dinero a fondo perdido para poder tener derecho a palco, presencia en los medios y fumar puros en los encuentros entre las autoridades del momento. Hoy en día, el inversor que está dispuesto a jugarse sus cuartos en operaciones de esta naturaleza, suele tener buen cuidado en asegurar su inversión.

En el Hércules hemos padecido por desgracia en demasiadas ocasiones la tutela de las administraciones públicas. Todo empezó con la adquisición por parte del alcalde Luna del estadio Rico Pérez para impedir la desaparición de la entidad blanquiazul. Más tarde, con Alperi en la casa consistorial y Camps en el Consell, el club alicantino fue manejado por los políticos, con los que incluso se llegó a subir a Primera División. Fue la época de Aniceto «pesetero», en circunstancias económicas bien distintas a la actual, y que finalizo con Luis Esteban. A partir de la entrega del club por parte del consistorio presidido por Alperi a Enrique Ortiz, por aquello del quid pro quo, tú te haces cargo del Hércules, con recompra incluida del estadio, y veremos en hacer lo posible para que tengas camino despejado en cualquier adjudicación de obras y servicios a las que te presentes, el equipo alicantino lleva más de tres lustros en manos del constructor y promotor confeso de sus tejemanejes con los políticos. Su obra ha consistido en llevar al Hércules a la ruina, y por el momento, tres años seguidos en el pozo de la Segunda División B. El Hércules necesita alguien que lo rescate de su agónica situación.

La temporada ha comenzado, y el empresario que protagonizó con sus declaraciones y trabajo en la sombra conseguir abrir una vía de esperanza entre los aficionados y ciudad en general, permanece silente y en un segundo plano, de dudosa interpretación para la afición y para quienes son beligerantes con el actual consejo. Las expectativas de cambio que promovió Ramírez deberían visualizarse para la necesaria tranquilidad institucional del club, que por ende se extendería a la dirección deportiva y plantilla. Mientras, el rival franjiverde vuelve a adelantarse en estos menesteres, tras acordar IVF y Skyline un acuerdo para la adjudicación del crédito que le lleve a la normalización accionarial. No puede Ortiz mantener sus títeres en los puestos más importantes de la estructura de la entidad hasta que definitivamente se marche del accionariado por la misma puerta falsa que entró. El compromiso con el club pasa por hacerse con las riendas a la mayor brevedad posible para que todo el mundo salga ganando.