Así fue como se llamó a las primeras representaciones del género, que tuvieron lugar en un paraje madrileño donde había un palacete en una zona de muchas zarzas, al que se le denominó, por esa contingencia, «de la Zarzuela». En él descansaban y pernoctaban los cortesanos que acompañaban al hermano del rey Felipe IV en sus aficiones cinegéticas, y cuando el tiempo no permitía tales entretenimientos, hacían llegar de la capital a cómicos para hacerles gratas sus horas de espera. Por entonces -aproximadamente tercer decenio del XVII- llegaban a España las primeras notas de la recién creada ópera italiana y, a su semejanza, los faranduleros de la época comenzaron a crear representaciones, pero con la diferencia de que no solo se cantaba, sino que también se hablaba. Son ya desde entonces casi cuatro siglos en los que la zarzuela ha pasado por muchos y muy diferentes estadios y demasiadas veces ha sido maltratada, pero no solo por aquellos que la detestan, sino incluso por otros que han querido sacar partido de ella y lo que han conseguido, con prácticas chabacanas, ha sido perjudicarla todavía más.

La zarzuela es tan del pueblo, que el pueblo fue quien obligó a inventar un género de corta duración que en justa consonancia con su poder adquisitivo, le permitiera poder acudir a presenciarlo. Así nació el género chico, que no es ni más ni menos que zarzuela con una duración muy inferior a la que por entonces se hacía -finales del XIX- y que duraban entre tres y cuatro horas. De este modo, el género chico o teatro por horas daba la posibilidad a la gente humilde a poder, por un tercio o un cuarto de lo que valía una entrada para una zarzuela grande, acudir a ver una representación.

Negar la unión de la zarzuela con el pueblo es falsear la verdad, aunque se ha hecho demasiadas veces. Incluso se ha llegado a relacionar erróneamente con la dictadura, cuando las zarzuelas del repertorio actual más representadas alcanzaron la gloria tras su estreno, algunas de ellas, en los años previos a la II República y otras durante ese periodo, como La tabernera del puerto, La del manojo de rosas, Luisa Fernanda, etc. Y además, después de la guerra «in-civil» no hay casi nada reseñable -salvo puntuales excepciones- en cuanto a estrenos de zarzuela se refiere. Y muchos datos más que desmontan esas afirmaciones sin fundamento, que por falta de espacio no son reseñadas en este escrito.

Y en Alicante, una de las capitales donde a lo largo de la historia más zarzuela se ha representado, una agrupación local está a punto de cumplir sus primeros cincuenta años de vida lírica. Contra viento y marea, la Sociedad Cultural Peña Lírica Alicantina se mantiene pese a todo lo que tiene en contra -que es mucho- y afortunadamente no cesa en su línea del camino lírico que los alicantinos siempre hemos mostrado. La historia de nuestra cultura así lo demuestra.

De tal modo que el próximo domingo, tras feliz iniciativa de la dirección del Teatro Principal, cosa muy de agradecer, de incluir zarzuela con una agrupación alicantina, subirá a las tablas de tan emblemático escenario una de las obras más conocidas como es El cantar del arriero. Durante dos horas sonarán hermosas melodías y el público, a buen seguro, se sentirá satisfecho de que Alicante cuente con esta excelente agrupación, a la que los alicantinos tanto debemos y a la que estamos todos llamados este domingo en el coliseo alicantino para demostrarles que, gracias a su actividad ininterrumpida, Alicante está con ellos.