La psicología ha evolucionado vertiginosamente en las últimas décadas gracias a experimentos y hallazgos que nos han dado una visión mucho más exacta del complejo mundo interno del ser humano. Pero quizá una verdadera nueva etapa parece llegar del campo de las nuevas tecnologías. El desarrollo de sistemas informáticos cada vez más potentes nos permite marcarnos retos nunca imaginados.

Recientemente, por ejemplo, sabíamos que psicólogos e ingenieros de la Universidad Miguel Hernández (Alicante) desarrollaron un nuevo tratamiento con robots para tratar a niños con autismo. Paralelamente asistimos a un interesantísimo desarrollo de la llamada Psicología Artificial, que se centra en el estudio de la interacción de seres humanos con seres artificiales y ambientes simulados.

Los sistemas de realidad virtual nos permiten experimentar en entornos imposibles, entrenarnos en habilidades sociales, u otras destrezas, sin poner en riesgo nuestra integridad física o psicológica.

Pese a todo lo dicho, el verdadero impacto tuvo lugar hace escasamente un mes, cuando ingenieros de Google, en colaboración con la NASA, presentaron la máquina que podría cambiarlo cualitativamente todo: el D-WAVE, el primer ordenador cuántico. A diferencia de un ordenador convencional, el ordenador cuántico no emplea silicio como materia prima para sus transmisores, y no funciona sólo con ceros y unos, sino que establece una tercera variable como unidad de comunicación: el cero y uno simultáneo. Aunque esto pueda parecer complejo e inexplicable, digamos, de forma resumida, que se trata de una máquina millones de veces más rápida que cualquier procesador utilizado en la actualidad. Su capacidad para «comprender» realidades tan complejas y cambiantes como la de un cerebro humano, resultará increíble.

Sin embargo, el D-WAVE presenta una característica que nos invita a la reflexión: no es exacto. Hasta la fecha no lo es. Cada vez que se embarca en la tarea de calcular complejísimas operaciones, ofrece resultados diferentes. Los científicos de Google y la NASA lo consideran un error, y trabajan para solucionarlo con gran dedicación y recursos. Aunque tal vez no se trate de un error. La propia física cuántica demuestra que pueden existir al mismo tiempo realidades, en principio, incompatibles, como se ponía de manifiesto en el experimento del gato de Schrödinger. Pero lo cierto es que, nuestro cerebro funciona de un modo mucho más parecido a un ordenador cuántico que a uno de silicio, -como los que empleamos hoy en dí-.

Tal vez los nuevos supercomputadores nos demuestren que nos existen verdades absolutas, que no existen certezas estáticas, sino que vivimos en un entorno cambiante y fluctuante como nuestros sentimientos.