Un verano más, nuestros bosques están de funeral. Impotentes presenciamos la agonía y los últimos alientos de parajes que, seguramente, muchos recordamos haber recorrido desde niños.

Inexorablemente, cada año perdemos una importante parte de nuestras masas forestales y mucho nos tememos que la situación podría ser aún mucho más grave si no fuera por la destacable labor que realizan los bomberos y restantes cuerpos de intervención ante incendios, protagonizando muchas acciones heroicas en las que algunos incluso han perdido la vida tratando de frenar las llamas para que no avancen hacia zonas habitadas.

La pregunta del millón siempre aparece como una estela surcando nuestras mentes: ¿Fue una imprudencia o un hecho intencionado? Si los indicios y pruebas existentes nos indican que hemos de apostar por la segunda opción, la subsiguiente cuestión que nos planteamos es: ¿Para qué? ¿Qué finalidad se puede perseguir provocando un incendio? Una vez comienza un incendio de estas características, casi de forma automática las redes sociales se llenan de conspiraciones urbanísticas, de turbios asuntos sobre recalificaciones de terreno o de posibles nuevas vías ferroviarias, entre otras hipótesis... pero, cuando descubrimos que detrás de un acto así se esconde la perversión de algunas personas que disfrutan con ello o que perciben alguna ganancia con ello, algo dentro de nosotros se estremece. ¿Qué hay detrás de la mente de un incendiario? ¿En qué se diferencian éstos de los pirómanos?

Los incendiarios son personas que provocan el fuego bajo algún tipo de encargo. Es decir, existiendo premeditación y partiendo de un propósito explícito para acometerlo. Suelen utilizar sustancias que sirven para acelerar la ignición de las llamas y su rápida expansión o bien fabricarse motu proprio sus propios artefactos caseros ah hoc. Con todo, no son personas que sufran ningún tipo de trastorno mental. El móvil, en estos casos, puede ser el mero lucro o simplemente tratarse de una intención maligna. Pensemos que en España más del 96% de incendios son provocados por el ser humano, según datos de Greenpeace, y tan sólo en un poco más del 2% del total de los casos, los autores son finalmente identificados.

La ciencia de la Criminología nos indica que los incendios agrícolas suelen producirse por imprudencias cometidas principalmente por la mañana. El autor generalmente pertenece al mismo sector agrícola y suele permanecer en el lugar de los hechos cuando llegan los servicios de extinción. El fuego se inicia en un camino o área de cultivos próxima a una zona agrícola. La persona que comete este tipo de incendio la mayoría de las veces está jubilada.

Si el incendio es en una zona recreativa o cinegética, la motivación más detectada es la obtención de algún beneficio expreso. Estos incendios se suelen producir en verano y en día laborable. El perpetrador suele ir a pie al lugar del incendio y originar un rápido foco, huyendo de la escena antes de que lleguen los servicios de extinción. Puede haber cometido otros incendios en serie, sin haber sido identificado.

En los incendios ganaderos, la motivación puede ser también la imprudencia punible, aunque no habría que descartar otros móviles, como la venganza. La superficie cercana al inicio del fuego suele ser una zona afectada de uso ganadero o interfase forestal-urbana. El perpetrador puede acudir al lugar del siniestro sirviéndose de un vehículo, puede contar con antecedentes penales.

La motivación más frecuente de los incendios forestales, en sentido propio, o desde pista, es cometerlos sin causa aparente, fruto de algún trastorno mental o de personalidad. El punto de inicio más probable suele ser una carretera o un camino o pista cerca de la masa forestal. El perpetrador suele prender el fuego con un mechero y es corriente la producción de incendios en serie, con más de un foco, y actuar en tiempo nocturno. Suelen ser sujetos mal adaptados en su entorno, con trastornos no diagnosticados o mal diagnosticados. Una vez detenido (lo que lamentablemente ocurre en una proporción realmente muy baja) asumirá su responsabilidad.

Los conocimientos de la Psicología aplicados a la investigación criminal pueden dar buenos frutos si las ciencias se concitan para trabajar en pro del bien común. Esa debe ser la actitud. Buenos días y buena suerte.

? Firma también este artículo Pau Jordán, graduado en Criminología.