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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Navegar en tiempo muerto

Existe amplio consenso -menos mal- en que, al permanecer en funciones, el presi se halla en su estado ideal. Lo que está por catar es cómo lo lleva el jefe del Estado quien, durante los cien primeros días de la legislatura fallida, se encontró con que su agenda menguó a la mitad en comparación con el periodo anterior. En cuanto a proyección internacional el hombre anda frito. Con los preparativos en marcha, la Casa Real hubo de suspender los viajes a Japón, Arabia Saudí, Corea del Sur y el monarca tampoco pudo ir a la firma del acuerdo sobre el clima en Nueva York al coincidir con el 26N. Durante estos nueve meses, Felipe VI solo ha podido acercarse a Portugal y, con tal de hacer acto de presencia en el Congreso Internacional de la Lengua Española en Puerto Rico, se ausentó 30 horas escasas. No saber qué hacer debe ser un sinvivir y, dadas las perspectivas, los encargados están intentando cuadrar el segundero a fin de que el inquilino pueda salir de Zarzuela con idea de acercarse a la ONU para la cita sobre el Desarrollo Sostenible pese a coincidir con vascas y gallegas y, en el caso de que nos caiga otro debate de investidura a finales de octubre, volar a la Cumbre Iberoamericana en Cartagena de Indias, aunque tenga que estar de vuelta el 31 para firmar la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Cartagena, pero cartaginesa y romana, se ha sumergido otra vez en el género negro propinándole un buen meneo a la novela policiaca y de misterio. Una de las consideraciones de los expertos ha sido que de vez en cuando «se produce una realidad inverosímil que no sería creíble en la ficción». Los sabuesos van tras la pista de un crucero secreto de la Familia Real por la costa dálmata. Es que teniendo a la pareja harta de veranear en el mismo sitio y debiendo administrar tanto tiempo muerto, el riesgo se multiplica. La advertencia viene por la red con un mensaje inserto en la cara del caudillo: «¿No queríais votar? Os váis a hartar». Con la impresión que llevamos a cuestas, cualquiera sabe quién saldrá vivo de ésta.

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