Para que vean que en todos los sitios cuecen habas y no se me desmoralicen pensando que nuestro país va por libre, en estos días ha saltado a la palestra una noticia sorprendente. En Alemania han aprobado una ley que obliga a las madres a revelar el nombre de sus amantes, cuando su pareja tenga sospechas de no ser el padre de aquél a quien creía su hijo. Al parecer, todo viene de que a una mujer le exigió el marido en un procedimiento judicial que revelara el nombre del verdadero padre biológico de su hijo, a fin de pasarle la cuenta de los gastos desembolsados para su manutención, pero ella se negó aduciendo que no había una ley que la obligara. Pero ya me contarán cómo, aunque exista ya la ley, se va realmente a obligar a nadie a dar tal información, si se niega a ello, ¿piensan recurrir a la tortura para que cante la susodicha, tal vez? ¿a multas coercitivas?

Yo creo que al legislador alemán se le ha ido un poco el oremus. Estas historias llevan pasando desde que el mundo es mundo. Es sabido que a muchos les han colocado hijos que no eran suyos, pero como ojos que no ven, corazón que no siente, ellos tan contentos. Otros se han hecho los locos. E incluso algunos, al saberlo, lo han aceptado abiertamente. No creo que éste pueda ser tildado siquiera de problema, dado que atañe, según parece, sólo a un 2% de la población. De ahí lo incomprensible también de la existencia de esta nueva norma, fruto de la moda de regularlo todo, que me parece un atropello en toda regla a la libertad individual y a la esfera más íntima de una persona, no sólo de la mujer sino de sus parejas sexuales y trata de algo que les incumbe en todo caso sólo a ellos dos. O a ellos, a las respectivas parejas presuntamente traicionadas y al hijo en cuestión, si me apuran.

Cada cual ha de hacer en este aspecto lo que quiera o pueda, sin tener que dar tres cuartos al pregonero. Y máxime cuando lo que se persigue es algo tan pedestre como reclamar una indemnización. Algo que tampoco se entiende, porque siempre he pensado que los hijos son de quien los cría, que es lo difícil, no de quien los engendra. Comprendería mucho más una reclamación de daños morales frente a la madre, por el engaño.

Así que no desesperen, que ya ven que en otros países presuntamente más avanzados los parlamentarios también se dedican a hacer cosas absurdas. Aunque ya saben el refrán que habla del mal de muchos cómo acaba.