No es bueno regalarle los oídos a un chaval que empieza y menos cuando todavía no ha hecho mérito alguno para merecerlo. Ser joven, tener calidad y ganas de triunfar, está al alcance de bastantes, destacar y ponerse a la altura de los mejores es otro cantar. La continuidad y el esfuerzo deben acompañar a la necesarias e imprescindibles condiciones físicas y técnicas. Otro chaval de la cantera viene acaparando últimamente los favores del entrenador herculano y la atención de los medios de comunicación. Tenemos tantas ganas de que alguien destaque, de que alguien de la cantera, de nuestra tierra, conquiste el olimpo futbolístico, que solemos anticiparnos ante la fuerza del deseo. Son muchos años de sequía. Desde aquel fiasco de Kiko Femenía, que partió hace cinco años rumbo a la Ciudad Condal en busca del triunfo en Can Barça, y que ha terminado jugando de lateral en el Alavés, ningún jugador hecho en los equipos inferiores del Hércules ha destacado, no ya para llegar a la internacionalidad, ni tan siquiera para jugar en la Primera División.

La actual perla de la cantera herculana, junto a Buigues, Salinas, no lleva ni media docena de partidos y ya se suspira por su juego. Con este chico ascendemos, el runrún comienza. Acaba de empezar la temporada y a falta de buenos resultados volcamos nuestras esperanzas en otro proyecto de ídolo local. Todavía brilla en nuestra retina el buen hacer de Álex Muñoz, traspasado al Sevilla, en las dos últimas temporadas, pendiente de confirmar en un equipo de tronío todo lo que se le suponía jugando en el Hércules, cuando ya nos ilusionamos con la aparición de otros canteranos con proyección.

Quizás la afición, y el propio Hércules, todavía no hayan sabido sobreponerse al infortunio del que sin duda fuera el mejor canterano de la historia del club. La fatalidad que acompaño al mítico Ramón tras fichar por el Atlético de Madrid, allá por la mitad de los años sesenta, y que interrumpió una de las carreras más brillantes del balompié español de la época, constituyó un trauma que hoy en día todavía no hemos sabido superar. Estaba llamado a ser el sustituto natural de Gento en la selección española y de Collar en el Atlético de Madrid. Palabras mayores. Algunos cumplieron con satisfacción para el equipo y la afición como Poyoyo, Escribano, Murcia o los Ernestos, padre e hijo. Tras ellos, jóvenes promesas que no llegaron a cuajar perdiéndose en equipos de regional como Samper o Lloret. Luego llegó Carcelén de Albacete, con el gafe en una de sus piernas que se rompió al poco de fichar por el Real Madrid, otro trauma, o Reces, aquella joven promesa que diera sus primeros pasos en el Alicante, y que lució su juego en primera durante varios años, y Albaladejo, que marchó al equipo culé donde jugó varias temporadas. El triste vacío de la fábrica herculana, constante hasta nuestros días, se agiganta cuando los rivales y vecinos nos han pintado la cara en este aspecto desde hace demasiados años. Se abre una vía de anhelo, de ilusión, con Salinas y Buigues. Juntos han sido capaces de superar la eliminatoria copera ante el Cartagena a domicilio, uno goleando, otro parando penaltis.

A las jóvenes promesas hay que dejarlas madurar, sin presión, sin adulación, exigiéndoles como al resto de la plantilla, y sobre todo no dando la impresión de que lo que se busca de ellos es hacer caja en un futuro inmediato. Álex quería jugar con el Hércules en Segunda y por qué no en Primera, Salinas y Buigues con toda seguridad serán de la misma opinión. Otra cosa es soñar con llegar a un equipo de campanillas. Ojalá estemos hablando de lo mismo el año que viene jugando en Segunda. Ese debe ser el objetivo de ambos canteranos y de sus compañeros de plantilla.