Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una tía en América

Hay gente que se pasa media vida con ese deseo de que le comuniquen que ha sido agraciado con la herencia de una tía en América a la que no conocía de nada pero que le saque de todo apuro económico durante el resto de sus días. Un sueño dorado de esos que casi nunca se cumplen. Para los políticos, todo lo contrario, la herencia de los gobiernos anteriores se ha convertido en una pesadilla aunque también en un recurso -no hay mal que por bien no venga- al que aferrarse para suavizar, de cara a la galería, los obstáculos en la gestión del día a día. Así, por ejemplo, la falta de iniciativa del Gobierno de Mariano Rajoy a la hora de abordar una reforma del modelo de financiación -caducado desde hace más de dos años- supone, sin duda, un lastre muy difícil de remontar para el tándem que forman Ximo Puig y Mónica Oltra en el Consell. Una herencia nefasta que, sin embargo, les permite hilvanar un discurso combativo contra Madrid. A la vez, el ejecutivo de izquierdas de la Generalitat se ha encontrado con «pufos» de la época de Francisco Camps y de Alberto Fabra -los dos últimos inquilinos del PP en el Palau- que les valen para tratar de «tapar» algún fracaso pero que ahora, sin embargo, deben resolver. En una de las grandes avenidas de Benidorm, sin ir más lejos, Camps se comprometió a construir un faraónico complejo cultural que con el impacto de la crisis se quedó en el esqueleto y ofrece una imagen lamentable en el centro de la ciudad que es el principal motor de la industria turística de la Comunidad. Ya busca fondos Ximo Puig para intentar completar esas obras y paliar el desaguisado. Fabra, por su parte, dejó para la posteridad el «marrón» -solución muy complicada, como se está demostrando estos días- de convertir a los valencianos en un pueblo sin señal, de virtudes ocultas, desnudo ante los que le apuntaban como un territorio corrupto y sin un medio de promoción tan potente como una televisión. Herencias envenenadas como la que también se desprende del desastre ecológico originado con los últimos incendios. Hace catorce meses en el Congreso, el PP modificó la Ley de Montes para suprimir la moratoria de treinta años en la urbanización de suelo quemado. Barra libre a pirómanos y especuladores. Una «herencia» que el Consell del PSPV y Compromís cambió en enero para restaurar esa prohibición a través de su ley de presupuestos. Así que, con este panorama, sin duda, lo mejor son los sueños: una tía en América.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats