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Isabel Vicente

Nos toman por tontos

Ya sabemos que nos tratan como tontos, pero a veces se pasan de frenada. Eso es lo que parece haber ocurrido con el nombramiento del exministro de Industria José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial que el Gobierno hizo público el viernes tras la fallida investidura de Rajoy y que acabó ayer tarde con la renuncia de Soria tras varios días de escandalazo. Acostumbrado a las tragaderas de este país, el presidente en funciones no se cortó un pelo al intentar «premiar» al exministro, que tuvo que dimitir hace cinco meses tras saltar a la luz su relación con los papeles de Panamá y su participación en empresas familiares radicadas en paraísos fiscales, con un chollo de puesto por el que iba a cobrar más de 220.000 euros, libres de impuestos. No pareció importar a Rajoy lo que pensaran sus «socios» de Ciudadanos; ni los socialistas a quienes se supone que debe convencer para lograr una abstención; ni, por supuesto, lo que opináramos los ciudadanos. Ni siquiera se molestó en dar una explicación inteligente. Rajoy dijo que Soria es un funcionario y tiene derecho a este puesto, e incluso llegó a apuntar que no dárselo podría ser ilegal. Y se quedó tan ancho el hombre. Por supuesto, el resto de partidos políticos, sindicatos y periodistas de todo el arco ideológico le afearon el nombramiento y la explicación, porque, una cosa es designar a alguien a dedo, y otra mentir con descaro al afirmar que el exministro había participado en un concurso para lograr el puesto de representante de España en el Banco Mundial cuando, en realidad, se trata de un cargo de libre designación del Gobierno. Al final, el ruido surgido incluso desde las propias filas del PP ha provocado la marcha atrás de Rajoy y la renuncia de Soria a quien, sin duda, y más pronto que tarde, le encontrarán otro carguito acorde a sus necesidades y merecimientos. Lo que resulta increíble es que Rajoy se haya metido en semejante charco en este momento, cuando necesita el apoyo de otros partidos para gobernar. La desfachatez del nombramiento de Soria muestra a un presidente sobrado, convencido de que puede hacer lo que le venga en gana. Esta vez no le ha salido bien, pero sólo el hecho de plantearlo y justificarlo con mentiras de parvulario demuestra que nos toma por tontos. Las urnas avalan su percepción, pero todo tiene un límite.

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