De sobra sabes que eres la primera, que no miento si digo que daría, por ti, la vida entera. Tú que tanto has besado, tú que me has enseñado, sabes mejor que yo que hasta los huesos, solo calan los besos que no has dado... y, sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño... me voy por los tejados como un gato sin dueño, perdido en un pañuelo de amargura.

¿Estrés, depresión, angustia vital, miedo cerval a la parca, repugnancia ante los enjuagues políticos, incertidumbre por la hucha de las pensiones, asco por los pactos? Olvide los orfidales y los tranquimazines, tire a la papelera el anafranil y, por la taza del váter, la mirtazapina. No se refugie en el Brugal -ron de doble sentido a día de hoy- ni en los libros basura de perfeccionamiento personal: Cómo ser feliz en tres días. Hágase millonario de un plumazo. Triunfe pisando cráneos o Convenza a sus adversarios durmiéndolos.

Eso no sirve. ¿Está angustiado porque, donde hubo una luna llena de éxito, hay un montón de escombros? ¿Le aterra la idea de pasar por el crematorio y salir de él sin conciencia ni alma porque ha quedado reducido a polvo gris? ¿Piensa que, hasta que eso llegue, tendrá que sobrevivir paseando por los comedores sociales y arrastrando la miseria de una pensión precaria? Ningún problema. No se atonte usted con psicotrópicos. Cuarenta metros de jardín, un sillón humilde y un olivo. Sombra acogedora en estos días de canícula en que se derriten los pensamientos. Música de Sabina, de Aute, de Serrat, de Marwan -que hay que actualizarse- y... buena literatura, nada de quincallería.

Tengo en mis manos la última de Vargas Llosa. Don Mario -no descubriremos a estas alturas a un premio Nobel- domina a la perfección todas las técnicas narrativas. Las cinco esquinas, título de la novela, hace referencia a una plaza céntrica de Lima, en el Perú del escritor. Sobre ese punto geográfico pivota un relato magníficamente escrito, que se lee con facilidad, que mantiene la tensión narrativa pero que..., se queda corto, si lo comparamos con otros suyos. La niña mala sin ir más lejos.

Por un momento -insisto en no desmerecer el relato- da la impresión de que Don Mario, que ha saltado hace poco a las revistas del corazón más que a las literarias, escribe, con su maestría de tantos años, una novela de encargo. En ella mete todos los ingredientes precisos para que sea un éxito de ventas, algo que con solo su nombre, tiene asegurado desde antes de escribirla.

Abre boca -nunca mejor dicho- con un número de amor sáfico que nos recuerda, como algunos episodios posteriores, menos a Bukoswki que a Laura Segovia, procaz y deslenguada autora del Sexo como excusa del que ya hemos escrito aquí.

Dos señoras de la alta sociedad peruana - de profesión sus chismes, sus rollos, sus compras, sus viajes... ricas hasta el aburrimiento que les proporcionan dos maridos sumergidos en su empeño de seguir ganando dinero, «estrechan» su relación de amistad metiendo la cama en medio. El sexo -entre las dos mujeres- que amplia horizontes conforme avanza la novela es uno de los hilos conductores de la misma. El sexo y el ansia de comprar un barco en Miami. Una excusa para el escaqueo y el refocile. ¿Qué tendrán los barcos, señor?

Añade un ingrediente de refilón: el terrorismo leninista de Sendero Luminoso, pero no profundiza en él, ni en sus acciones, ni en sus métodos. Lo toca de pasada aludiendo al miedo que provocan sus explosiones, sus secuestros y sus extorsiones. Por si acaso ese fenómeno le toca de cerca a alguna de ellas.

El otro ingrediente, que hace de lo que podría haber sido una novela erótica, una novela negra con todas las de la ley, es un personaje vomitivo que ejerce como periodista amarillo. Rolando Garro es un sicario al servicio del poder que se dedica -desde su panfleto sensacionalista y hediondo- a hundir a personas que le señala otro, tan siniestro como él y a cuyo servicio está y con el que la traición se paga cara, un personaje criminal al servicio del dictador Fujimori.

«€ está en juego algo más grande que tú y que yo. El poder. Con el poder no se juega, amiguita. Las cosas son siempre, al final, de vida o muerte cuando está en juego el poder». Le dice ese personaje siniestro a otra periodista vendida, cuando la alecciona sobre todo lo que obligatoriamente tiene que hacer. No la hagas y no la temas, sería el refrán que resume muchas páginas de este libro. En una dictadura sangrienta hay que temer aun sin hacerla.

Novela correcta, escrita con la maestría propia de un Nobel. Podría ser mejor pero Don Mario la ha despachado -tal vez exigencias editoriales- tocando de pasada temas en los que podría haber profundizado más. Podría haberles extraído más jugo, ya que de jugos -se manifiesta como un viejo pornógrafo, dicho en su alabanza y no como crítica negativa-, de fluidos en general, habla mucho su novela.