El aparato político del PSOE, o una buena parte de él, busca con su bloqueo a la formación de un gobierno en España la inestabilidad del sistema con un claro objetivo: recuperar la hegemonía de la izquierda y la vuelta al modelo bipartidista que le ofrezca una nueva ocasión para gobernar.

Cuando impide la formación de un gobierno sin ofrecer hasta ahora otra alternativa que no sea la convocatoria de nuevas elecciones, no sólo pone en peligro la labor institucional sino la de su propia organización política.

El burdo macarrismo que emplea tanto su secretario general como otros dirigentes de su ejecutiva, en su trato con otros dirigentes políticos cuando no con sus propios compañeros, es impropio de lo que se le exige a un político que dice representar a una parte de la ciudadanía que si algo la caracteriza es la tolerancia y el respeto hacia los demás, una ciudadanía que demuestra mucha más cultura política que muchos de sus representantes.

Podría parecer que esa actuación también tiene como destinatario a una militancia desmotivada, deseosa como está de sacar pecho ante los últimos reveses electorales. Pero no nos equivoquemos, no ese el motivo que incita a la cúpula del PSOE a impedir un gobierno del Partido Popular que cuenta, además, con el apoyo de otra fuerza política como es Ciudadanos. Es revanchismo, miedo al ridículo, interés personal, clara chulería política.

Esta forma de tratar al adversario es la que suelen emplear aquellos que no encuentra razones para el dialogo y los que buscan con la provocación grosera el enfrentamiento personal.

La estrategia basada en la búsqueda de una inestabilidad que provoque elecciones tras elecciones no solo la persiguen bloqueando gobiernos liberales o conservadores, sino que se advierte un claro atrevimiento en querer asociarse a otras fuerzas políticas minoritarias de signo nacionalista o populista con el fin de conjugar un gobierno alternativo de corto recorrido. Un gobierno de egos donde se quiere poner patas arriba al Estado sin saber muy bien que se quiere hacer con él, pues aunque algunos busquen su necesaria reforma otros pretenden experimentar con sus instituciones y algunos la fragmentación territorial y social.

La irresponsabilidad que muestran algunos dirigentes socialistas con los intereses generales de los españoles es preocupante. Dicen defenderlos pero hacen todo lo contrario, pues a la ignorancia sobre el significado de lo que son asuntos de Estado se le une una estrategia de claros intereses personalistas. En el proceso de investidura fallida al que acabamos de asistir la bancada socialista ha dicho no a regenerar el sistema, darle el equilibrio necesario y acometer profundas reformas. Teniendo la llave de todo eso ha decidido el bloqueo anticipando así el suicidio político de sus líderes, y muy especialmente el de su secretario general, Pedro Sánchez. La existencia de un partido de corte socialdemócrata es esencial para la defensa del sistema democrático en España. Confiemos en que la rectificación les llegue a tiempo.