La reciente suspensión durante un año del otorgamiento de licencias para la apertura de bares, restaurantes, discotecas, tabernas y similares en los ámbitos pertenecientes al Plan especial del casco antiguo y al Plan especial del centro tradicional acordada por la Junta de Gobierno Local del Ayuntamiento de Alicante se ha recibido como una excelente noticia. Y esto es así porque, por un lado, es de sobra conocido por todos los alicantinos el excesivo y agobiante número de bares, restaurantes y cafeterías existentes con sus correspondientes sillas y mesas cercanas a estos establecimientos que inundan determinadas calles del centro de Alicante y que convierten, en ocasiones, calles lo suficientemente anchas para pasear en auténticos pasillos de los que no se puede salir so pena detropezar con los clientes que se encuentran sentados en alguno de los centenares de veladores que pueblan la ciudad de Alicante. Por otro lado, esta prohibición temporal debe enmarcarse en el necesario debate que los diversos estamentos alicantinos concernidos por este problema deben llevar a cabo para que Alicante no se convierta, antes o después, en un enorme disco bar que atraiga a turistas de escasos recursos con muchas ganas de consumir alcohol y de comportarse como no pueden hacer en sus localidades o países de origen. Y en tercer lugar porque tiene en cuenta las quejas de los vecinos del centro sobre el insoportable ruido que generan los clientes de estos establecimientos.

Sufre Alicante la misma enfermedad que sufre casi toda España; ese tipo de dolencia que ha convertido a los bares, a sus terrazas y a las > en el motor de un país. Dejandoa un lado el aspecto económico -que ha generalizado la utilización de contratos basura en la hostelería española- y el aspecto social - en España parece que no se sabe hacer nada si no se termina bebiendo alcohol en un bar- es un elemento cultural el que, al menos por esta vez, debe atraer el foco de atención. Y esto es así porque detrás de la apertura masiva de establecimientos de hostelería que ha habido en España en los últimos años subyace un aplastante desprecio hacia todo lo que signifique cultura y educación, hacia todo lo que suponga un esfuerzo intelectual y de aprendizaje de conocimientos. Dijo el escritor Antonio Muñoz Molina hace algún tiempo que en España el literato y el científico son despreciados por la sociedad, incluyendo los poderes públicos y algunas instituciones. Por contra, el pueblo español venera a jugadores de fútbol - incluso aunque sean juzgados por defraudar a Hacienda, es decir, por robar a todos los españoles- y a políticos corruptos que en el fondo son envidiados por haber sabido pegarse la gran vida sin dar golpe.

En realidad ese desprecio por la cultura no es algo nuevo en España. Ha ocurrido a lo largo de su historia de manera reiterada salvo breves periodos convertidos en paréntesis en el predominio de la intolerancia, el caciquismo y la injerenciade la Iglesia católica. Miguel de Cervantes ya lo advirtió en su obra La Galatea (1585) al afirmar la desidia con que la nobleza trataba el mundo de la letras. Los liberales de la Constitución de 1812 fueron aplastados por Fernando VII cuando regresó de Francia después de haber entregado España a Napoleón. El desarrollo científico y cultural que emergió durante la Segunda República (1931-1936) fue sustituido durantela dictadura franquista por un nacionalcatolicismo rancio, ignorante y pazguato.

Ante los loables esfuerzos del Ayuntamiento por conseguir que cruceros repletos de turistas hagan una parada en Alicante cabría preguntarse, ¿qué van hacer los turistas que desembarquen en el puerto? ¿ir a pasear por una Avenida de Maisonave llena de franquicias de ropa barata? ¿caminar por un casco antiguo lleno de basuras, orines e incluso ratas? ¿esquivar sillas y mesas de veladores mientras buscan alguno de los escasos museos que tiene Alicante? Enuna ciudad en la que se ha apostado por el turismo de bares y tiendas de abalorios dejando a un lado cualquier atisbo cultural de iniciativa privada el resultado es evidente. El problema no es que todo lo que tenga que ver con la cultura y educación sea ninguneado sino que desde un tiempo atrás es motivo de burla y desprecio, como ha advertido Muñoz Molina, siendo lo más preocupante que buena parte de ese desprecio viene de aquellos que tienen formación universitaria e incluso algún máster de posgrado yque por tanto, en teoría, son los llamados a dirigir las instituciones alicantinas y a formar parte de los cuadros directivos de las empresas más importantes.

Dijo Ortega y Gasset en su conocida La rebelión de las masas que al lado de las aglomeraciones y del concepto hombre-masa siempre habrá una minoría selecta que razona y se interesa por el conocimiento. No debemos desesperar nos dice Ortega. Algún día leer se pondrá de moda. Para ello es imprescindible una demominación en inglés del tipo reading o booking. Se aceptan propuestas.