Subíamos hacia los mesones con la alegría propia de los veinte años. Al poco empezaba el cachondeo, el jolgorio, la bulla. Estábamos de parranda. Del Labradores de Tony, al Coso de Emilio, el via crucis de la jarana pasaba también por El Pollo o La Chuleta. Eran días de vino, del rancio, del terreno, o también del espumoso Omells. Caían las botellas al son de la guitarra que Chuli rasgaba alrededor de una mesa, unos sentados, otros de pie. Días de verano, en los que al son de canciones, con novias quien las tenía y el resto a suspirar por el ligue de alguna que otra súbdita francesa que se dejara caer al sonido de la parranda. Entrando en los setenta con Franco el de la aflautada voz dictando nuestras leyes, y los grises pendientes de quienes se movían más de lo justo, nos quedaba el recurso de cantar unos, de gritar más bien otros. Y venía el repertorio, entre trago y trago, y alguna tapa que mágicamente surgía no se sabía bien de dónde. «Era Cornelio Pérez el último toreador que cuando salía a la plaza a todas la mujeres les robaba el corazón?», y otra, «Es la guerra de los Varga que en la montaña empezó?», «Esta mujer está loca quiere que la quiera yo, que la quiera su marido que tiene la obligación...», y más, «Naranjitas pinta y pintitas, dame el sabor de tu boca?», «Hurgándote anteayer debajo el babi, Maruji?», «La lechera, chumba, chumba, ha puesto una lechería?», e intercalábamos: «Cuchillo, cuchara, que viva Che Guevara, cuchara, cuchillo, la hoz y el martillo», y tan contentos, mientras el vino hacía su trabajo. «Argentina son las viñas, será por eso?», y como no «Chúpame la minga Dominga que vengo de Francia,? Si te la han palpao, no haberte dejao,?». Estábamos de parranda, hasta altas hora de la madrugada, cerrando locales, viajes callejeros hacia El Duende, Whisky a Chorro, Piache, Puerta de Hierro, y si había coche a la Albufera, visitando a Jorge Cardoso El Pampero.

Ni teníamos cuarenta años, que no digo yo que en alguna ocasión reunidos en torno a una mesa hayamos intentando rememorar aquellos tiempos, ni mucho menos teníamos entre nuestros planes de un futuro inmediato o a corto plazo, gobernar nuestro país. Primero porque el dictador y su cohorte no nos lo permitiría, carne de calabozo, y para que les voy a mentir, ni se nos pasaba por la imaginación. Hermano Lobo, Triunfo o Por Favor, junto a La Codorniz, eran nuestras únicas formas de volcar nuestras débiles frustraciones. De parranda y con libertades, con una democracia asentada, y con la mala suerte de estar de francachela en la época de internet, Youtube, móviles, y demás artificios puestos al servicio del hombre para registrar hasta los pedos que se tira, Echenique y Pablo, han sido pillados infraganti. Cada uno se divierte como le viene en gana, como le plazca, pero es preso de sus actos y proclamas. Mesa llena de compañeros, vino y licores a gogo, risas y sonrisas bobaliconas, lenguas que se traban y como no, en esa fase fatídica de la borrachera en la que sin saber por qué te pones voz en cuello a cantar, aunque no te sepas ni la letra, los políticos de cuño nuevo, los del advenimiento de lo políticamente correcto, los de la superioridad moral, los protectores de los derechos de los desfavorecidos, los defensores de los derechos de la mujer, los más feministas que nadie, los fiscales del machismo, van y se ponen a cantar la de la Dominga y la minga. Campana y se acabó, que los muchachos de Podemos den explicación.

Y no pueden, ni sus terminales mediáticas por mucho que se empeñen. Porque, «vamoraver lan cagao». No se puede estar dando la tabarra a diestro y siniestro, reclamando un comportamiento cívico que conlleve un respeto a la mujer casi en el paroxismo, para caer en la zafiedad de una jotica tonta de letra y facilona de rima. Cuando han puesto el listón de la permisividad tan alto en cuestiones de pretendidas ofensas a mujeres, o en otros casos a homosexuales, la muchachada podemita queda atrapada en su propia trampa. Lo que, en un ciudadano cualquiera, puede quedar en una grosería, una letra de mal gusto tirando a chabacana, en boca de un pretendiente a la presidencia del país, y en la de un ministrable, no es de recibo en ningún caso. Dar la brasa desde el púlpito a todo lo que se menea políticamente es muy fácil, aplicarse la misma medicina, ya no lo es. Distintas varas de medir.

No han tenido en cuenta esta muchachada que cuando uno toca moqueta, tiene parcelas de poder o cargos de tronío, crea despechados, que aprovechan la mínima para la venganza, el ojo por ojo. Esto es lo que tiene el pasar de activista a diputado, de la calle a las instituciones, de proclamas a discursos, del pueblo a la casta, y todo deprisa, deprisa, demasiado rápido hasta para unos populistas que viven de la promesa vana y el rencor de los que no tienen. Busquen entre los del jolgorio, y encontraran al cámara de Echenique. La sociedad perdona, pero no olvida Pablo. Quizás las organizaciones feministas afines, pero no las amigas de Dominga, y tampoco las de Mariló. Un trasquilón más en la piel del cordero.