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Mariola Sabuco

Leer libros alarga la vida

Un sesudo estudio de investigación de la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut, Estados Unidos) me ha dado muchas ganas de llorar; por eso me he echado a reír. Publicado en la revista Social Science & Medicine, y hasta en el New York Times, los investigadores, tras doce años de estudio con 3.600 cobayas humanas de más de cincuenta años, concluyen que leer libros revistas, periódicos y ebooks, no alarga la vida: media hora diaria de lectura, según ellos, aumenta la vida un 17%, unos dos años de media por sujeto. Si una teoría semejante sirve para atraer a nuevos lectores, mejor que mejor para escritores, traductores, editoriales, distribuidoras y librerías. En el mundo de los productos que aseguran longevidad, los libros competirán a partir de ahora, por obra y gracia de la Universidad de Yale, con el deporte: hay estudios que afirman que practicar una hora diaria te alarga cinco años la vida; los cereales integrales: hay investigaciones que certifican que ingerirlos a diario aumenta en un 7% las expectativas de vida; y el comer poco: investigadores de Harvard hace años que concluyeron que cuanto menos comas, más certeza de llegar a la vejez. Haciendo todo esto, si sumas años, bien te puedes sacar una década de más en la carrera por la eternidad, por supuesto con permiso del cáncer, el alzhéimer y la demencia senil. Yo, que tuve claro que no quiero ser eterna desde que leí Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Enrique Jardiel Poncela, me preocupa que instituciones de cierto prestigio internacional como hasta ahora la Universidad de Yale ande con simplezas de este cariz, porque su tesis, entre otras cosas, es imposible de comprobar. Cuando uno de los sujetos de la investigación muera, ¿cómo acreditarán científicamente estos estudiosos cuánto tiempo vivió de más gracias a la lectura de libros? Teniendo en cuenta que el perfil de lector asiduo es el de una mujer con estudios y alto nivel económico, que le garantiza, por otra parte, una óptima sanidad y alimentación, y con ello calidad de vida, intuyo que la polémica suscitada por el informe en USA se debe, dejándonos de hipótesis más que discutibles, al certero conocimiento de en qué ha empleado doce años de tiempo, y muchos recursos, un equipo de investigación de la otrora prestigiosa Universidad de Yale.

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