Algún sabio creía que los alicantinos nunca irían al Castillo, pero no era cierto.

Lo que comenzó con unas cenas con actuaciones en directo, siguió con exposiciones, museos, y se consiguió nada más y nada menos que un, hasta entonces, imposible.

Que los alicantinos subiéramos a nuestro castillo.

Siguieron teatros, actividades de toda índole y un bus sube a los turistas hasta él. El ascensor se remodeló muy acertadamente y digamos que ahí nos quedamos.

Hay que pensar en qué hacer con el lugar que visitan 400.000 personas al año.

Lo primero dotarlo de atractivos de nivel, convertir su sala cuartel Felipe II en un lugar de reuniones históricas de importancia, poner en marcha ideas, como pequeños conciertos en el aljibe o en la sala noble, erigir el monumento a Jaume II y dinamizar el espacio comunicando lo que allí se hace. Todos los profesores de historia de todos los colegios, institutos y universidades deberían llevar a su alumnado a explicarlo, a verlo, a quererlo. Por ejemplo.

Creo fundamental que las ideas vayan acompañadas de su forma práctica de llevarlas a cabo. Sé que en estos meses he presentado ideas para diversos entornos: catarata en la cantera, balneario en el Cocó, atracciones en la Británica, acciones en el Barrio, propuestas para el Hércules, el Mercado, el Arca y las que me quedan y sé que muchos las han leído y han pensado «muy bien y con qué dinero».

Sepan todos que todas las propuestas llevan aparejada su financiación y su proyecto práctico. Debajo de mi nombre pone empresario.

El castillo se puede autofinanciar. Si lo dotamos de gestión inteligente y buena comunicación se debe poner una entrada que se pagará gustosamente. En todo el mundo se paga por entrar a monumentos que ofrecen, casi siempre, ofertas interesantes. En Ávila te cobran por subir unas escaleras y asomarte a las murallas. Hay una línea Alicante-Edimburgo que te lleva a ver una ciudad con similar población que la nuestra pero que ha sabido hacer de la cultura y de su patrimonio su principal atractivo. Y no lo tuvo fácil, su parque central y estación actual fue un lago infecto donde se arrojaba toda la porquería y hasta los cuerpos de los muertos. Su castillo estuvo tomado por todo tipo de gentes durante mucho tiempo. Ahora hay que pagar cerca de 20? para verlo y merece el gasto.

Tres míseros boniatos y el castillo recaudaría su bonito 1.200.000 al año, que reinvirtiéndolo en él, lo convertiría en una maravilla.

Además los alicantinos de toda la provincia lo tendríamos gratis y así lo podríamos mostrar a nuestros amigos y visitantes. La Cara del Moro, los baluartes, las garitas, los cañones, las vistas, las prisiones, los grafittis en las piedras, sus glorias y miserias, el albarcar d'en mig, el hospital, los fosos, las torres y puertas, y el macho del Castell (una vez se desmonte la muestra de horribles antenas que lo coronan)

Madre mía, cuánto por hacer. Ánimo, se pueden superar nuestras expectativas.