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Desde mi terraza

Luis De Castro

La siesta

Estaba contento porque tras dos semanas de Juegos Olímpicos podría volver al sofá, tras la comida, para hacer la siesta con el susurro de la voz de la malísima doña Cayetana de Acacias 38 como fondo, aunque solo veo el principio porque cualquier culebrón a esa hora es el mejor inductor al sueño. Decía que estaba contento cuando de repente... !Zas!, la vuelta ciclista a España. Y es que durante dos semanas me he visto atrapado por los Juegos, que me supusieron el descubrimiento de que soy un nacionalista nato, y que la participación española me mantenía totalmente despejado. Ya ven, un servidor que todavía no ha conseguido entender qué es un «fuera de juego» en el fútbol, que allá por los 70 ignoraba quién era Arconada (luego supe que se trataba del portero de la Real Sociedad, famosísimo en la época) para mofa de mis sobrinos y para mi escarnio; que descubrí a un tal Iguaín hace unos años en Nápoles, que estaba inundada de vallas con su foto, que... Y de repente me encuentro utilizando términos deportivos como gold point, bola de brake o rutina rítmica, ajenos hasta ahora en mi léxico.

Reconozco que las dos semanas me resultaron apasionantes, que las intervenciones españolas me ponían de los nervios y que nunca pensé que los partidos de baloncesto de la selección española me llevaran al borde del infarto. Pues así ha sido. El pabellón español tuvo una dignísima participación, y la figura del tenista Rafa Nadal se me ha engrandecido ante la lección de infatigable lucha por llevar a altos puestos a nuestro país; Rafa ha significado la dignificación del deporte por su nobleza y por la demostración de que se va a ganar, pero que lo importante es participar. 17 medallas para España, 9 de ellas para mujeres, es un buen resultado para un país que no dedica demasiada atención (ni dinero) a la formación de los atletas, inversión insignificante si lo comparamos con los grandes triunfadores como USA, Rusia o Gran Bretaña. Y, sin querer «hacer patria», me ha resultado gratificante (y algo sorprendente) que en las Olimpiadas se ha enarbolado con emoción el izado de la bandera española cuando se celebraba la medalla de oro de un español o española.

Lástima que algunas -pocas- declaraciones desafortunadas hayan enrarecido el ambiente, como las de Ona Carbonell, capitana del equipo de natación sincronizada, y que en dueto junto a otra catalana, Gemma Mengual, quedó en cuarto puesto: «Hubiera preferido participar en una selección catalana antes que la española». Innecesario. O la más que desafortunada declaración del actor Guillermo Toledo al llamar «gusano» a Orlando Ortega, el cubano nacionalizado español medalla de plata en atletismo, por considerarlo un traidor a su país al abandonar Cuba para instalarse en España. Pero, que se sepa, son dos gotas de aceite en el océano, puesto que la hermandad parece haber sido la tónica general.

Pasada la competición, y una vez finalizada la Vuelta ciclista a España, el fútbol volverá a ser el rey del deporte español, tras un verano en que la televisión española ha disimulado sus carencias y su desastrosa programación gracias a los Juegos. Un verano con pocos alicientes en Alicante en lo que a espectáculos se refiere, y que personalmente he cubierto con el cine, también sin demasiados acontecimientos pero con algunas películas de interés, como la francesa Pastel de peras y lavanda, actualmente en cartel, cuya visión produce un estado placentero y la reafirmación de que la sencillez en el arte, Arte con mayúscula, es siempre gratificante. Ya huele a teatro el ambiente con el avance de programación del Teatro Principal, que parece escasa de teatro de texto, al menos en la primera parte de la temporada, y que esperamos no pase por alto unos cuantos e interesantes espectáculos en gira por España.

Ahora toca terminar con el verano del 2016 en el que la siesta, esa media hora de tiempo reparador que cada cual practica en sofá, hamaca o cama, según sus gustos y costumbres, sea la reina del día. Fuera de ella quedan muchas horas del día para intentar comprender, por ejemplo, qué pasa con la política española. Pero quizás no quedan suficientes horas para comprender lo incomprensible. Veremos.

La Perla. ... Deseo que en mi lápida pongan como epitafio: «Esta siesta se me ha ido de las manos» (Anónimo)

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