Quizá como reacción a una sociedad hiperestimulada, estresante y competitiva, en las últimas décadas se ha identificado a un tipo de personas que prefieren la soledad, la calma, que experimentan los sentimientos con gran intensidad y que demuestran una enorme intuición. Son las denominadas «personas altamente sensibles» (PAS), y fueron descritas por primera vez por la psicóloga Elaine Aron a mediados de los años 90.

Dos de cada diez individuos presentan estas características -no hay diferencias entre géneros- y, en ocasiones, no les resulta fácil aceptarlas, ya que sienten que perciben las cosas de un modo diferente, que sufren más que el resto, que prestan gran atención a asuntos que los demás suelen pasar por alto. Debido a esta hipersensibilidad pueden resultar incomprendidos o tomados por ariscos y malhumorados.

También les caracteriza un gusto especial por el arte, una fascinación por las vivencias intensas, una enorme curiosidad, una tendencia al perfeccionismo y una alta vulnerabilidad al dolor físico, así como a las luces, ruidos y olores fuertes.

A las personas que conviven con ellos se les recomienda que eviten discusiones sobre temas delicados, que les pidan información acerca de lo que les molesta, que les den su espacio.

Por su parte, las personas altamente sensibles encontrarán alivio aceptando su realidad y no luchando contra ella, -en realidad se trata de un don, no de una patología-; evitando las aglomeraciones de gente, vigilando sus límites, aprendiendo a decir «no», ya que les cuesta posicionarse, respetando las 8 horas de sueño, practicando ejercicio y meditación, y desarrollando actividades artísticas. También es aconsejable que busquen a personas como ellos, de hecho, en 2012 se fundó una asociación para PAS en Palma de Mallorca, con el objetivo de divulgar, ayudar e informar sobre el rasgo de la Alta Sensibilidad.

Subrayamos, por otra parte, la importancia de incluir la sensibilidad en los modelos de personalidad, ya que muchos menores son erróneamente diagnosticados, confundiéndolos con trastornos del espectro autista o con trastornos por déficits de atención e hiperactividad.

Parece ser que, frente a la cultura occidental moderna que encumbra a individuos arriesgados, competitivos y con pocos escrúpulos, surgen personas inseguras, tímidas, que sufren por el dolor ajeno, que se enamoran con facilidad, que tienen problemas para gestionar situaciones estresantes, que temen las críticas, y evitan la competencia y cambios. Un tipo de personas que conserva, según algunos podríamos pensar, la esencia del ser humano.