Es obvio que, ante cualquier acontecimiento, circunstancia, suceso o hecho, cabe posicionarse de tres formas distintas: o lo apoyas o lo rechazas o te es indiferente. En política no podía ser menos. Por tanto, ante la inminente sesión de investidura de Rajoy o cualquier posterior propuesta parlamentaria, sólo cabe apoyarla con un «sí», rechazarla con un «no» o abstenerse, que, obviamente, ni supone apoyo ni rechazo, aunque también comporte consecuencias pues la abstención no tiene por qué ser neutra o indiferente. Simplemente supone dejar las cosas como están sin mí apoyo o rechazo. Es así de fácil o sencillo de entender, al igual que, salvo el «no», que supone un rechazo rotundo sin necesidad de negociación alguna, tanto el «sí» como la abstención, pueden ser o no, como es obvio, producto de una previa negociación con una determinada finalidad. Si limitamos el concepto de abstención a la ciencia política, es el acto por el que un votante potencial decide no ejercer su derecho al voto en elecciones (generales, territoriales o locales) o en procedimientos parlamentarios, como es el caso, cuando, estando presente, decide no votar o intencionadamente abstenerse si existe expresamente dicha opción y, en ambos supuestos, el abstencionista ni apoya ni rechaza el asunto tratado, simplemente se atiene al resultado mayoritario resultante de quienes sí votaron y optaron por un «sí» o «no» a lo propuesto. Conviene pues que todos conozcamos el significado exacto de abstenerse ya que, a mi juicio, se intenta confundir a la opinión pública ante la hipótesis de una abstención por parte del PSOE, o de cualquier otro partido, de la que, obviamente, depende la investidura de Rajoy, apoyada en el Congreso por 169 diputados (PP y C´s) pues los demás anuncian que optarán por el «no» a la misma, lo que, ante la ausencia de otra alternativa viable, nos llevaría a repetir elecciones generales por tercera vez.

Dicho lo anterior, es obvio que no habrá investidura y que el responsable será el conjunto de quienes la rechazan que están en su perfecto derecho de hacerlo, al margen de las explicaciones o no que quieran o tengan que dar a los ciudadanos cada uno de ellos sobre su decisión, tan legítima como las demás, para justificar su posicionamiento. Al fin y al cabo, de la credibilidad de dichas explicaciones dependerá la valoración posterior de los ciudadanos sobre cada uno de dichos partidos y de las consecuencias derivadas por su posicionamiento político. Y la consecuencia más previsible del rechazo a la investidura es la repetición de elecciones de nuevo, ante la ausencia de una alternativa, que sólo plantea Unidos Podemos, instando a que la lidere el PSOE, que requeriría del apoyo del resto de partidos (populistas, nacionalistas e independentistas, tanto de izquierda como de derecha) para tener una mínima viabilidad matemática, que no ideológica o programática, dada su heterogeneidad y que el propio Comité Federal del PSOE rechaza, pues se trataría en cualquier caso de empeorar la situación.

Ante tan preocupante situación política, la cotización al alza de la abstención en la sesión de investidura recobra un protagonismo inusitado, pues bastaría que once diputados se abstuvieran para que saliera adelante en segunda votación y evitar la repetición de elecciones. Y, como era previsible, sólo el PSOE a nivel interno evidencia ciertas discrepancias con su cúpula dirigente empecinada en el «no», pase lo que pase, pues el resto de partidos mantiene sin fisuras un rocoso rechazo y las apelaciones a la responsabilidad les importan un pimiento, acorde con su irresponsable forma de proceder. Es más, ante esta realidad Unidos Podemos se apresura a confundir a la opinión pública diciendo que si el PSOE se abstiene es que opta por apoyar a la derecha y traicionar a la izquierda, mientras Pedro Sánchez, que manifiesta que los españoles le han mandado a la oposición, pica en la trampa de Iglesias y sostiene que ello le impide apoyar a Rajoy (abstenerse no es apoyar) ya que no conviene dejar el liderazgo de la oposición a Iglesias. Está claro que ambos mienten o desconocen el significado de la «abstención» que ni supone apoyo alguno sino simplemente dejar el asunto a lo que decidan los demás, precisamente para evitar males mayores, lo que ni impide o menoscaba a quien se abstenga para ejercer una oposición contundente, eso sí, una oposición constructiva y responsable frente a quienes la pretenden destructiva e irresponsable. Justificar el «no», tan legítimo como el resto de opciones, con falsos argumentos es pretender engañar directamente a la ciudadanía. Y el PSOE, que está en su perfecto derecho de hacer lo que le venga en gana, lo que no puede ni debe, porque se lo harán pagar, es justificar con falsedades o verdades a medias lo que finalmente decida. Eso, que lo hagan los demás.