El Papa, Francisco, lleva un año hablando de los caracteres que ofrece el tiempo de la Misericordia. Creo que es conveniente recordarlos resumidamente. Frente a una convivencia humana sin principios morales, hay que realizar una vida construida por las normas morales, apuntadas por el mismo Jesucristo: «No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará».

Frente a una economía sin moral, vivid una economía a imagen y semejanza de Dios. Frente a un bienestar sin trasbajar, realizar un trabajo como un derecho que Dios otorga al hombre para realizarse como tal. Frente a una educación sin carácter, realizar una educación que hace hombres llenos de valores que comparte con los demás. Frente a una ciencia sin humanidad, realizar una ciencia al servicio del hombre. Frente a la tentación de buscar el placer sin conciencia, hay que interesarse por el placer con la conciencia que Dios ha dado a todos los hombres, que es un bien para todos. Frente a una práctica religiosas sin sacrificio, buscar un culto agradable a Dios, que nos lleva a servir a Dios y a los demás con todo lo que somos y tenemos.

Estas indicaciones morales, el Papa, Francisco, las ha repetido en muchas ocasiones como la forma más adecuada de vivir el Año de la Misericordia en que estamos insertos.