Se cumplió el pronóstico. Y no me refiero al mío o al de la gran mayoría de gurús del baloncesto patrio. Hablo del anunciado por el propio Sergio Scariolo, horas antes de arrancar estos JJOO. Le preguntaron aquel día al coach por la posibilidad de ganar a EEUU en Río. El seleccionador nacional fue tajante y realista: «Tenemos que hacerlo tremendamente, tremendamente, tremendamente bien nosotros y ellos tremendamente mal para que no ganen el oro», dijo.

Desgraciadamente, no se dio ayer la ecuación soñada. España estuvo bien, incluso tremendamente bien durante algunos minutos, pero ellos no fallaron en su particular día «D».

Es verdad que España trató de tú a tú al USA Team en Río como lo hizo en Pekín o en Londres, pero le «mató» esa exhuberancia física que lucen los de las barras y estrellas y que convierte en un duelo desigual cualquier partido entre un equipo de baloncesto terrenal -el nuestro- y otro de atletas capaces de vivir suspendidos en el aire, de mover sus manos con una velocidad difícilmente apreciable por el ojo humano o de correr para adelante y atrás como si no hubiera un mañana.

Alguno se había montado una película de ciencia ficción tras el subidón de cuartos con la paliza a Francia. La versión 2016 del cuento de la lechera para los extra optimistas era que si los americanos habían ganado a los galos solo por 3 y nosotros les habíamos sacado de la pista...

No pensaron -los de la botella medio llena- en la distinta actitud con la que EEUU encara desde hace ya una década sus partidos contra España respecto a cualquier otro rival FIBA. Ellos no respetan a nadie. Se saben tan superiores a Serbia, a Francia o a Australia, que simplemente «pasan» de sufrir cuando juegan contra ellos. Van al tran tran. Nada que ver cuando ven al otro lado del parqué al equipo con la roja y gualda en el pecho. Entonces suman esfuerzos individuales, van al rebote de ataque con agresividad, buscan el pase extra y corren cuan velocistas del hectómetro en la final del estadio olímpico. Y así son invencibles.

España no jugará esta vez por el oro, pero sí por el tercer y cuarto puesto. El bronce sería un epílogo más que digno para esta generación casi, casi, casi irrepetible. Ojalá lo consigan.