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25-D, fun, fun, fun

Cartas boca arriba. El 25 de diciembre, el día de Navidad, los españoles tendríamos que ir a votar por tercera vez si Mariano Rajoy no consigue ser investido presidente en la sesión convocada para la última semana de agosto. Sé que a partir de septiembre, dando por hecho que el actual presidente en funciones no logre los votos necesarios, habrá quien especule con la posibilidad de un candidato alternativo de la izquierda pero, se diga lo que se diga, la aritmética es la que es y los números no cuadran. También se pondrá sobre la mesa la hipótesis de un aspirante a la Presidencia del PP que no sea el actual inquilino de la Moncloa, una especie de «dejavú» de lo que sucedió en Cataluña, pero en aquel caso a los independentistas las encuestas les decían que palmaban si repetían comicios y, en éste, lo que parece seguro es que el PP incrementaría su número de escaños, beneficiado por el aumento de la abstención de unos ciudadanos hartos de ver cómo nuestros políticos son incapaces de gestionar la voluntad de las urnas. Por no mencionar que la fecha de la repetición de las elecciones, en plenas celebraciones navideñas, ha sido calculada milimétricamente por el PP para sacar aún más tajada de la fidelidad del votante de centro-derecha frente a la volatilidad del de centro-izquierda. Y mientras toda la estrategia de los populares apunta claramente a apretarle las tuercas a Pedro Sánchez cada día más entre la espada y la pared por tener que optar entre repetir comicios o facilitar la investidura de Rajoy, toda la respuesta política que encontramos desde las filas socialistas es su encasillamiento en un «no es no» que parece responder sólo al miedo a perder la hegemonía de la izquierda frente a Podemos. El pánico a que se le deje de ver como alternativa, que maniata al PSOE y le impide sentarse con el PP para arrancarle un acuerdo de mínimos para facilitar la formación de gobierno, no tiene en cuenta que el voto al PSOE hace tiempo que dejó de estar en la izquierda para moverse en el terreno del centro o centro-izquierda y que esos ciudadanos difícilmente acompañarán a los socialistas en su viaje hacia el espacio que ocupa Pablo Iglesias. Es verdad que, de entrada, tampoco quieren a Rajoy, pero ayudaría a entender un hipotético rechazo el fracaso de un acuerdo como el alcanzado con Ciudadanos porque el «no porque no» está lejos de ser un argumento a tener en cuenta.

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