La oposición cometió un grave error cuando al descubrirse los papeles del senador y tesorero Bárcenas y los SMS no pidió la dimisión fulminante de Rajoy, y excluirlo de cualquier diálogo o pacto. Se está confundiendo a la opinión pública cuando aparece que la izquierda no puede ni debe pactar con la derecha, pues el que debe estar fuera de cualquier acto es el actual presidente de Gobierno en funciones por una cuestión que no es ya de política, sino de moral pública. Debiera hacerse una didáctica por todos los partidos de la oposición al establecer que el «no» que impide gobernar no es al Partido Popular, el más votado, sino a Rajoy. Y es que el PSOE no debería abstenerse para que Rajoy gobernara.

Este personaje debería estar inhabilitado para cualquier cargo público, incluido el de registrador de la propiedad (cuyo expediente administrativo está declarado secreto). Cuando en el debate de la primera elección Pedro Sánchez dijo que no era una persona honorable para el cargo de presidente del Gobierno, no se debió de limitar a hacer esa afirmación, sino explicarlo convenientemente. No debió de presentarse a la candidatura de Presidencia del Gobierno por cuanto el senador popular Bárcenas -que era gestor del PP y luego fue nombrado por Rajoy como depositario- le acusa y se confirma documentalmente de recibir dinero negro, es decir, de las mordidas a los concesionarios y constructores, y al pedirle que le cambie las dos fiscales anticorrupción, le contesta que: «Es difícil, pero estamos en ello». Esto le hace incompatible con el cargo de presidente. Y cuando dijo que los papeles de Bárcenas «todo era falso menos algunas cosas», referente a unos apuntes a mano de Bárcenas, sería fácil la prueba presentando las anotaciones contables del ordenador de Bárcenas pero, por el contrario, se destruyeron los discos duros. Esto bastaría para que cualquier juez, tribunal o jurado imparcial le condenara como encubridor -como mínimo por su pasividad-, según la prueba por indicios que dice, si fácilmente pudieras defenderte de una acusación, y tú mismo no presentas esas pruebas de descargo o las destruyes, estás confirmando tu culpabilidad, según reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo. Solo la debilidad de la oposición, la complicidad de su partido y la inconsciencia de sus votantes le está manteniendo en el poder.

La derecha española se merece un partido que no sea el PP de Rajoy, pues además ya no se trata de una cuestión personal sino que ha impregnado toda una legislatura dominada por los casos de corrupción (que han obligado al cese de ministros) y de financiación ilegal del partido (donde dos jueces han imputado al propio PP en los casos de corrupción). Como dice Jiménez Villarejo: el PP de Rajoy se ha enfrentado a ayuntamientos y comunidades autónomas, asfixiándolas financieramente; la ley de seguridad ciudadana le ha enfrentado a periodistas y sindicalistas; la reforma laboral, única ley en la que ha tenido el apoyo de algún otro partido (concretamente, CiU), es responsable de una degradación sin precedentes de las relaciones laborales; la contrarreforma fiscal estrangula la cultura (21% de IVA), ha habido amnistía a los defraudadores con cuentas en el extranjero y se han liberado las grandes fortunas (reforma del IRPF), incrementando el déficit fiscal a pesar de la retórica conocida. La «hucha» de la Seguridad Social vale hoy un tercio de lo que valía hace cinco años. La tensión política con Cataluña está alcanzando cotas explosivas y el peso internacional de España es cero. ¿Hay que seguir?, se pregunta por último Jiménez Villarejo.

No sé si será ya tarde, pues entre unos y otros están consolidando a Rajoy como interlocutor válido para formar gobierno, pero ya aparecen algunas voces poniendo el acento de que no se puede dar el gobierno a este personaje metido de lleno en los asuntos de corrupción y responsable directo de la anterior legislatura. No se trata de desestabilizar las instituciones, ni líneas rojas con ningún partido, simple y rotundamente: «Rajoy, no».