Porque voy a salir esta noche contigo se quedarán sin beatos las catedrales y seremos dos gatos al abrigo de los portales, oigo cómo canta en la radio Sabina. No voy a salir esta noche con nadie pero la música vale para acompañar la lectura a la sombra de mi olivo, bucólico y alejado de la gilipollez y el faroleo, al resguardo de intrigas y puñaladas traperas.

En El mentalista de Hitler, Gervasio Posadas -posiblemente eclipsado por su hermana Carmen, es lo que tiene tener en la familia una figura de ese calado-, se manifiesta como un escritor de primera magnitud: documentado y ágil, capaz de enganchar al lector y sostener su atención con una trama singular.

Recrea con maestría la sociedad y la vida de la Alemania prenazi, la Alemania inmediatamente anterior al ascenso del partido nacionalsocialista, es decir del gran asesino Adolf Hitler, al poder.

Nos situamos en el año 1932 con una Europa y una Alemania, por tanto, que tras la gran guerra, la primera mundial de unos años antes, sufría una profundísima crisis económica. Esta crisis no era local ni mucho menos. Todos conocen la gran crisis mundial fruto del crack bursátil de 1929, ese que hacía que hombres arruinados se arrojaran por las ventanas de los rascacielos neoyorkinos. Ese crack que, en unas horas, hizo un mundo mucho más pobre y condenó a millones de seres a la indigencia y a la miseria más absoluta.

Siempre que hay grandes crisis surgen los grandes charlatanes, los embaucadores, los vendedores de soluciones tan mágicas y tan drásticas como imposibles. Siempre surgen los que esgrimen el enemigo exterior para aglutinar en torno a sí a las masas indocumentadas.

El autor nos presenta, perfectamente retratada, la Alemania prehitleriana, aquella en la que la inestabilidad política y la precariedad económica, los gobiernos débiles de Hindenburg, Von Papen y Von Schleicher, hicieron posible el ascenso imparable al poder del gran genocida. He aquí, como muestra, la letra del himno nazi «Hors wessel Lied»: «? la calle libre para las tropas de asalto, millones llenos de esperanza miran la esvástica, el día del pan y de la libertad ha llegado ya».

El autor nos presenta esa Alemania de la mano de un ser superdotado, inteligente, charlatán de feria, gran manipulador, histriónico y teatral en cada uno de sus gestos y sus acciones.

Erik Jan Hanussen es un personaje histórico, ha existido en realidad, aunque en realidad se llamara Herschmann-Chaim Steinschneider, no fuese alemán sino austriaco y no fuese ario como se vanagloriaba, sino judío. Hay otro personaje esencial en la novela de Gervasio Posadas, este ficticio, un periodista español que sobrevive como puede en Berlín, en una pensión -La Latina- en la que se come paella y por la que pasan todos los españoles que por uno u otro motivo aterrizan en la Alemania de la época. José Ortega, se hace pasar, para darse prestigio, por sobrino de Ortega y Gasset, una de tantas triquiñuelas humanas repetidas hasta la saciedad para abrirse camino. ¡Cuánta gente se jacta de lo que no es para fardar o acercarse mínimamente al triunfo hasta que le descubren la falsedad del currículum!

El mentalista Hanussen, adivino, mago, prestidigitador, feriante teatrero al que unos odian y otros veneran, traba contacto con los altos jerarcas del nazismo, el cojo Joseph Goebbels, que sería ministro de propaganda de Hitler -ese que afirmaba que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad»- o el gordo Hermann Goering, ministro de Aviación, mariscal del Reich, acomplejado y morfinómano declarado. Tiene, incluso, acceso a Adolf Hitler al que predice, acertando, que será canciller antes de un año. Hitler accede al poder, más que por sus méritos por la ambición y la estupidez de otros. Hitler, el cabo austriaco se le llama con desprecio más que merecido, solo tiene un 37% de los votos y accede al poder por cambalaches en la trastienda, tan habituales en la política, como afirma el propio Posadas.

Desde su periódico, el mentalista también tiene un periódico para ejercer y extender su influencia -El Diario de Hanussen-, se convierte en propagandista y hagiógrafo de Hitler, su astrólogo particular que, independientemente de los poderes que tuviese, le presenta el mundo como el dictador quiere verlo. Los poderosos siempre están rodeados de pelotas dispuestos al halago engañoso. Este mentalista no es sino un gran bufón aprovechado en definitiva que, más pronto que tarde paga -no diremos cómo para no reventar la novela, algo que está prohibidísimo- sus filias y sus fobias. Como todos, el mentalista es esclavo de su éxito y de las envidias y odios que suscita.

Gervasio Posadas consigue una novela histórica de calidad. Necesaria, evidentemente, para conocer una época oscura de la humanidad, cómo un pueblo que ha dado grandes científicos, grandes filósofos, grandes músicos, grandes literatos? es capaz de depositar un poder omnímodo en las manos de un cabo austriaco chusquero que llevó a cabo una de las grandes masacres que avergüenzan al género humano.