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F. J. Bernabé

Bandera roja, peligro

Debe ser que me estoy haciendo mayor. Si la semana pasada, desde este mismo espacio, les pedía prudencia y extremar las precauciones para prevenir una de las mayores lacras de cada verano, los incendios forestales, hoy les voy a pedir lo mismo pero para otra. La provincia de Alicante puede sacar pecho por muchas cosas, pero por una de manera especial, sus playas. Kilómetros y kilómetros de arenales que además se ven reconocidos cada verano por su calidad y servicios. De hecho, este año la provincia lidera el ranking nacional de playas con banderas azules. Por eso es normal que quienes nos visitan tengan entre sus prioridades disfrutar de ellas el mayor tiempo posible. Pero con la precaución debida. No sé si ustedes han tenido algún episodio desagradable en el mar. Recuerdo que era muy pequeño, unos seis o siete años, y que tenía un flotador blanco en forma de canoa con un agujero en el centro. Estábamos en el Postiguet y me bañaba con mi hermana Mari Ángeles, tres años mayor. Cuando nos dimos cuenta intentábamos salir y la temida resaca nos metía cada vez más adentro. Mi madre, que no dejaba de vigilarnos, con mi hermano Santi en brazos, advirtió que lo estábamos pasando mal y avisó a un hombre que se metió en el agua a sacarnos. Recuerdo que en ese momento una ola nos arrastró hacia la zona de las rocas del Meliá, se llevó el flotador y dejamos de hacer pie. Fueron unos minutos interminables de los que te quedan grabados para toda la vida, pero que finalmente solo quedó en el susto. Quizás porque ese episodio me dejara marcado, no entiendo cómo es posible que la gente no haga caso a las indicaciones de los colores de las banderas -verde, amarilla o roja- que señalan la peligrosidad del mar. No entiendo que haya que multar a los bañistas que se niegan a salir del agua pese a los requerimientos de los socorristas y de la propia Policía Local cuando hay bandera roja y el peligro es evidente. No entiendo cómo el pasado lunes cinco personas se adentraron en el mar en una playa de Benidorm pese a ondear la bandera amarilla y tuvieron que ser rescatadas por los servicios de salvamento, una de ellas, por desgracia, ya fallecida. Y no entiendo cómo, a pesar de llevar ya una quincena de ahogados en la provincia en lo que va de verano, la mayoría además personas de edad avanzada, con experiencia, cuesta tanto hacer caso a los socorristas que tienen que jugársela y adentrarse en un mar embravecido para rescatar a inconscientes bañistas. De nuevo, prudencia por Dios, prudencia.

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