En contra de la opinión popular, parece que aún ningún estudio científico serio ha podido confirmar que las neuronas se reproduzcan. Se trata de células muy potentes, sí. Habilitadas para ejecutar tareas increíbles, pero incapaces de resistir leves modificaciones en el equilibrio interno del cerebro como cambios de temperatura, del Ph, o de la cantidad de oxígeno y glucosa en sangre.

Además, las neuronas presentan algunas características del todo sorprendentes. Por ejemplo, según una investigación de la Universidad Johns Hopkins, el consumo de cocaína activa en ellas un proceso conocido como «autofagia», es decir, que se comen las unas a las otras. Pero eso no es todo; cuando la persona cae en una depresión, estas células cerebrales comienzan a interrumpir sus conexiones; dejan de «trabajar en equipo» por así decirlo, como se desprende del estudio realizado en la Universidad de Illinois. Quizá por ello, la persona afectada por una depresión, percibe los estímulos neutros como negativos.

Otra investigación demuestra que los niños con autismo presentan, en su mayoría, un crecimiento anormalmente rápido de su cerebro, en el cual, las neuronas se multiplican mucho más velozmente que en un sistema normal.

Desde otros enfoques, existen científicos que tratan de imitar el comportamiento de las neuronas en el laboratorio, en busca de la codiciada inteligencia artificial. Y no andan muy lejos. De hecho, en los laboratorios de IBM Research en Zúrich ya han logrado diseñar neuronas artificiales con las que se pueden analizar transacciones financieras a nivel global o nuevas tendencias culturales cotejando todos los datos que circulan por las redes sociales. De manera similar, el proyecto europeo Blue Brain, ha creado una neocorteza artificial. Aclaremos que la neocorteza se encarga de los procesos superiores que nos diferencian de otros mamíferos, como el lenguaje, la imaginación o la capacidad de abstracción.

Digamos, para concluir este apasionante recorrido, que recientemente se ha hallado un tratamiento para el alzhéimer que restaura casi por completo la memoria. Científicos de la Universidad de Queensland, Australia, comprobaron que eliminando la placa betamiloide, que interfiere en la comunicación entre las neuronas, por medio de ultrasonidos, la memoria se restauraba en un 75%. La investigación está tan avanzada que para el año 2017 se probará ya en humanos.

Ciertamente resulta mágico comprobar que nuestra percepción del mundo depende del frágil equilibro de sustancias y conexiones eléctricas en nuestro interior, mientras que, por otra parte, ese mundo externo también está compuesto de sutiles equilibrios y desequilibrios. Todo ello conforma algo sorprendente e impredecible: la vida.