Sí, ¡hoy es uno de esos días! No, ¡no es que esté ovulando, pero hoy es uno de esos días en los que lo mismo te da planchar un huevo que freir una camisa! ¡Y todo por la jodía azúcar! Me he «dao» cuenta de que el nivel de azúcar en sangre -os recuerdo que soy diabético- influye en mi humor, en mis ganas y en mi forma de escribir, más crítico o más pasota. Y sí, hoy es uno de esos días y como en este momento tengo el azúcar bajo, muy bajo, me están entrando ganas de enchufar el ventilador y que cada palo aguante su vela, porque -¡no escarmiento, qué le voy a hacer!- he leído el periódico y me he puesto de mala leche y, cuando me pongo de mala leche, me doy miedo, porque hoy es uno de esos días en los que me da lo mismo «so» que «arre».

¡Vamos a ver, dijo un ciego! Creo que los oriolanos -tanto los nacidos en la Muy Noble como los que, como es mi caso, lo somos de residencia (recordemos que el hombre no es de donde nace sino de donde pace)- nos merecemos un respeto. Me da lo mismo quién tiene la culpa y quién lo arregla, pero quiero -ya que pago mis impuestos religiosamente- que se solucionen los problemas que, por lo que se lee y se escucha, parecen insalvables, aunque, sin embargo, tengo la impresión de que más bien son rabietas de niños malcriados -¡y tu más!- a los que se les quita un cromo o se les castiga sin que comprendan los motivos.

A los oriolanos nos debe importar un huevo -o dos, si son pequeños- si han sido los «Antonios», los pepes, los liberales, los que nos quieren cambiar, los azules, los blancos, los naranjas, los amarillos, los rojos, los moraos o los verdes quienes la mataron, porque -¡y solo hay que darse una vuelta por el pueblo para darse cuenta!- ella sola se está muriendo, ya que, unos por otros, la casa sigue sin barrer. A los oriolanos, partiendo de la base de que tenemos la casa patas arriba y manga por hombro, nos importa una mierda quien la arregla, porque lo que queremos, ya que estamos hasta más arriba del moño, es que la arreglen, pero que la arreglen de una puñetera vez y que no se vuelvan a poner parches que supongan tener la burra en el trigo al poco tiempo y, nuevamente, nos preocupemos más de tirarnos «chinicas» -que nada tiene que ver con mantener sexo con ciudadanas de aquel país- para ver quién tiene la culpa de que sigamos casi en el Medievo,

Me importa un pimiento que Antonio Zapata, exconcejal de Urbanismo y exalcalde en funciones -por la enfermedad de Rate Guillén- diga que los «peperos» son unos «desaboríos», «rácanos» y malos gestores. Me importa un huevo que los «peperos» digan que Zapata no hizo nada cuando estuvo al frente de la que, en teoría, es la parcela más importante, además de ocupar el sillón principal del palacete de la Esquina del Pavo. Me la trae al pairo que mi amigo, y compañero «barriguero», Juan Ignacio López-Bas diga que en la Casona del Marquesado de Arneva nadie sabía nada del convenio firmado -o no- con Adif para ejecutar el trazado del AVE a su paso por Orihuela y las consiguientes obras de mejora que habría para el pueblo. Lo único cierto es que varias zonas de Orihuela han estado prácticamente aisladas y han sufrido un gran y constatable deterioro durante cuatro años. Los primeros perjudicados han sido los residentes y comerciantes de esas calles y plazas, luego el resto de oriolanos.

A mí, particularmente, me preocupa que cuando el equipo de gobierno llegó a la alcaldía se encontrase los cajones vacíos porque los anteriores los habían dejado temblando y más secos que la mojama. Me preocupa que los anteriores gestores hicieran lo mismo de lo que se acusa a los «peperos» cuando se habla de los ordenadores de Bárcenas, que, según parece, borraron. Y me preocupa que los actuales gobernantes puedan hacer lo mismo cuando dejen sus despachos, porque así nunca habrá continuidad en la gestión; con otro talante, con otras formas, pero continuidad.

Lo que realmente nos debe importar es que el pueblo, con calles asfaltadas y comercios abiertos, se recupere y cuanto antes mejor, porque los contribuyentes nos merecemos un respeto, mejor trato y que no nos engañen. Nos merecemos ser ciudadanos de primera y no de segunda o tercera, con los que sólo se cuenta cuando se les necesita en las urnas. Queremos que se nos gobierne contando con nosotros, no al estilo del despotismo francés, para el pueblo pero de espaldas a él, porque eso, a la larga, pasa factura, pero no sólo a quienes gobiernan, que sufren un desgaste innecesario, sino a nosotros mismos, que terminamos más «quemaos» que la moto de un hippie.

Hoy ha sido uno de esos días en los que me he «levantao» con el «asucar revolicá», el morro «torsío» y más «cabreao» que un mono, así es que, como decía Emilio Aragón, «menos samba y más trabajar», que para eso, ¡tanto los unos como los otros, cobráis y nosotros pagamos!