(A propósito de la situación de la agrupación socialista de Alicante)

El pasado 22 de julio tuvo lugar la asamblea ordinaria de la agrupación socialista de Alicante, en la cual el secretario general, Gabriel Echávarri, presentó la gestión anual de la Comisión Ejecutiva ante los afiliados presentes, esta vez en compañía de varios periodistas invitados.

No suelo comentar en estas páginas cuestiones relativas a lo que sucede en el interior de los partidos políticos y, desde luego, tampoco en el mío propio. En este caso, sin embargo, no me resisto a expresar mis impresiones, teniendo en cuenta los análisis publicados en la prensa al respecto, y porque entiendo que tal vez pueda tener algún interés para los muchos militantes que no asistieron a la misma, y por qué no, para el público en general.

A nadie se le oculta que la situación del partido socialista en la ciudad no pasa por sus mejores momentos. Tras años de inercia en su manera de operar, la agrupación ha ido perdiendo efectivos, tanto en el seno de la propia comisión ejecutiva como entre la afiliación en general. Algunas personas de larga trayectoria socialista han abandonado el partido (como se ha informado en este periódico), otras simplemente no se sienten motivadas a la hora de participar. Por otro lado, la dinámica de la agrupación se ha desarrollado en paralelo a la caída, desde hace años, de la representación institucional, especialmente en el Ayuntamiento de Alicante, hasta alcanzar los escasos seis concejales actuales.

Siendo diversas las causas de esta pérdida de impulso, lo cierto es que hay razones objetivas que reclaman un análisis sereno que sirva de base para restablecer el pulso político de la que, en su día, fue una de las agrupaciones más importantes de la Comunidad Valenciana y cuyo trabajo político ha sido decisivo para la ciudad de Alicante a lo largo de los años.

Probablemente, el injustificado retraso de siete meses para su convocatoria, el propio formato de la asamblea, el orden del día propuesto y el debate que siguió al informe del Secretario General, sea lo que haya provocado el calificativo de asamblea «bronca», tal como rubricaron por escrito los periodistas que asistieron a la misma. En realidad, varios afiliados, yo entre ellos, estuvimos en desacuerdo con una convocatoria y un orden del día que, además de no contener los puntos que estatutariamente deben figurar en toda asamblea ordinaria, encubría malas prácticas, las cuales, sin embargo, fueron aceptadas acríticamente por la presidencia de la mesa y por la actual dirección. Cuestiones todas ellas, que junto a la inexistencia de actas anteriores, ausencia de informe de gestión económica, o votación a mano alzada, contraria a los estatutos, con el fin de ratificar a nuevos miembros de la comisión ejecutiva, son claramente susceptibles de impugnación.

Respecto al informe que presentó el Secretario General, actual alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, el principal problema fue que adoleció coherencia y de contenido, pues no presentó, de hecho, gestión alguna (pese a que en ciertas áreas específicas, sí la ha habido), evitando someterla a votación, como es preceptivo.

Muchos pensarán que estamos ante un episodio más de una agrupación en la que los desencuentros son ya tradicionales. Pero al margen de otras razones de tipo personal, creo que hay causas profundas que nos llevan a este estado de cosas, como son la escasa confianza de la dirección a la hora de contar con la militancia y el nulo compromiso para integrarla en torno a un proyecto compartido. Hay que recordar que un partido político -y más en el caso del partido socialista- es un instrumento en manos de la sociedad a la que sirve, no un instrumento en manos de personas o de grupos concretos, por muy importantes que éstos sean y por muy incrustados que estén en el esquema organizativo.

Uno de los escasos mensajes de Gabriel Echávarri dejó caer en la Asamblea fue su intención de presentarse de nuevo a la secretaría general de la agrupación local. Es una aspiración legítima, por supuesto, y está en su derecho de intentarlo, aunque no es ésta materia de una asamblea ordinaria, cuyo objeto debió ser otro muy distinto. Personalmente, no me parece la mejor de las soluciones. En las circunstancias actuales no creo que sea conveniente, vistos los antecedentes y lo vivido en la citada asamblea, compatibilizar ambos cargos. Nuestro alcalde merece todo el apoyo, así como el respeto del partido, para sacar adelante la gestión del proyecto socialista en la ciudad, que se abre paso en condiciones particularmente complejas. Pero creo que la agrupación necesita una dirección propia, no solo para ayudar a reforzar y a compartir las líneas generales de la gestión municipal, sino para llevar a cabo cambios imprescindibles que permitan restaurar la credibilidad del partido socialista ante la ciudadanía.

Lo que sucede en la agrupación de Alicante no es un caso aislado en la estructura general del PSOE, aunque revista aquí características específicas. El partido socialista, como se reclama a gritos desde la Comisión Ejecutiva Federal, está llamado a realizar cambios organizativos y políticos, que a buen seguro se plantearán en los próximos congresos. Pero no podemos esperar a que las soluciones vengan siempre desde arriba, sino que cada cual debe cuidar antes de su propia casa. La guía más segura es, como siempre, actualizar los valores que han estado presentes en un gran partido, como es el socialista, para llevar adelante un proyecto de progreso, que no deje a nadie atrás, de democracia y de solidaridad. Tocamos fondo, pero nos recuperaremos con esfuerzo e ilusión.