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Javier Mondéjar.

El Indignado Burgués

Javier Mondéjar

Serpiente de verano

Es de manual que cuando no se tienen propuestas reales para mejorar un chiringuito son imprescindibles medidas imaginativas que no es necesario que cumplan los parámetros de veracidad y viabilidad, basta con que suenen bien. A partir de un titular -por ejemplo: «La sede de la ONU vendrá a Aigües»- se puede especular con los cientos de miles de puestos de trabajo que se crearán en el entorno, cómo se incrementará el PIB y la calidad de vida de los aigüeros-as y hasta que punto la localidad competirá en el eje París-Londres-Nueva York. Sé quien puede hacer un estudio sobre el tema en dos semanas y se sorprenderían de las conclusiones. Como resucitar la famosa «serpiente de verano» que inventábamos en los periódicos cuando agosto venía flojito de noticias.

Pero, claro, para vestir ese santo hay que recubrirle de ropajes que lo legitimen, no se trata de ponerle por encima cualquier trapo y que vistamos a San Pancracio de la Virgen de Fátima, que no es muy creíble. Para eso se recurre a la sociedad civil a la que se convence con argumentos como que no pueden faltar a una cita con el futuro, que hasta el Tato va a estar presente y que será un hito recordado por los historiadores del siglo LD. Como nadie quiere quedarse descolgado de la modernidad, allá que se van todos a decir que hay que poner a Aigües en el mapa y que todos a una hay que mover el árbol para que caiga el fruto: Cantemos con Lluis Llach: «segur que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar?». Al final cada cual tiene sus dudas en privado, pero en público se pelean para manifestar su entusiasmo a un grito políticamente incorrecto que me niego a reproducir, pero que habla de identidades sexuales, carreras y posición de llegada.

Lo malo de esto es que si el ciudadano no estuviera más que escamado de las promesas incumplidas de los políticos podría sentirse decepcionado si la ONU no se instalara en casa. Ya digo que hay que ser muy crédulo para confiar en que un político cumpla su palabra, entre otras cosas porque siempre hay un argumento irrebatible: «Yo he hecho todo lo que ha estado en mi mano; si la ONU ha preferido quedarse en Nueva York, ellos se lo pierden». Lo bueno del caso es que entre que se va y se viene se arman titulares y parece que el tema avanza. Promovemos novenas y tedeums solemnes en San Nicolás, comisiones rogatorias, cartas, firmas y -muy importante- visita de delegados al terreno, aunque en la ONU les reciba el bedel y como un favor personal a su cuñao, que es primo segundo de uno de los concejales aigüeros.

No dejemos que la realidad nos estropee un buen titular: nuestros servicios de agit/prop mandaran a las redes sociales un comunicado (con fotos sonrientes estrechando manos) donde se ve al bedel convenientemente maqueado con una americana de Zara comprada al efecto y rebautizado su cargo como «personal assistant» del ministro plenipotenciario y responsable de compras (de gomas de borrar, pero eso no lo cuentan en el feis).

Me encantan como al que más las buenas noticias, disfruto con las propuestas y me encantaría que se cumplieran los deseos, no en vano nuestra provincia necesita el maná de proyectos y unir las voluntades dispersas en un fin común. Tampoco me apetece mucho ir contracorriente ni hacer de aguafiestas; el papel de aplaudidor me repele, pero reconozco que está bien visto no entorpecer la magnificencia de un lago arrojando piedras a su superficie. Podéis llamarme escéptico, pero los brindis al sol me convencen lo justo y de estas brillantes ideas que se quedan en nada he visto tantas en la hemeroteca que sería para escribir un libro. Como además conozco el mecanismo es difícil que pueda admirar el autómata que pretenden vendernos, aunque tan en su derecho están de intentarlo como nosotros de sospechar. Háganse la pregunta que es la prueba del nueve para valorar políticos: ¿Usted les compraría un coche usado?

Pueden condenarme por desconfiar y ojalá que los resultados me hicieran rectificar dentro de un tiempito y la Agencia Europea del Medicamento llegase a Alicante. Les prometería cortarme el pelo al uno si no fuera porque ya lo llevo así y poco mérito sería apostarme el cabello si carezco de él. Haré una apuesta mejor: me comeré esta columna (pero sólo mi trozo de la página nada de comerme a Manolo Alcaraz que suele ser compañero de espacios).

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