Del mismo modo que Torrente «apatrullaba» la ciudad en «Torrente, el brazo tonto de la ley» mientras sonaba la música de El Fary, la selección de baloncesto de Estados Unidos suele ir por los Juegos Olímpicos «apalizando» la ciudad que toque con su juego de otro mundo, ese mundo que conocemos como NBA y que se parece tanto a eso que llaman «espíritu olímpico» como Sherlock Holmes se parece al policía facha, sucio, racista, machista, grosero y corrupto interpretado por Santiago Segura.

La NBA olímpica es imparable. El equipo estadounidense no sólo gana a sus rivales, sino que los destruye. Con todo, estoy seguro de que cualquier jugador de cualquier selección quiere enfrentarse a los chicos de la NBA. De lo que no estoy seguro es de que la torrentiana insistencia de la selección estadounidense en «apatrullar» los partidos sin conceder un respiro a sus rivales sea una señal de respeto deportivo.

Es la vieja polémica de siempre. ¿El respeto a los rivales significa que hay que intentar ganar por cuarenta puntos de diferencia mejor que por treinta? ¿Significa que hay que jugar el último minuto, con el partido más decidido que la cena de Sheldon Cooper un viernes por la noche, con la misma intensidad del primero? ¿Significa que hay que celebrar todas las canastas como si fueran las canastas decisivas en la final de la NBA? Es verdad que a veces Kevin Durant y compañía no aplastan, sino que ganan divirtiéndose y divirtiendo, pero eso es todavía peor.

Cuando Tomás Moro fue condenado a la horca y a ser descuartizado, Enrique VIII le conmutó la pena por la decapitación y, según cuentan, el autor de «Utopía»dijo: «Dios guarde a mis hijos y amigos de la clemencia del rey».

Así, muchas selecciones podrían decir, después de ser decapitadas y no descuartizadas por la selección estadounidense, que el Dios del baloncesto guarde a sus amigos de la clemencia de la NBA. Hasta ahora no sabíamos si algún equipo sería capaz de conseguir que los descomunales jugadores estadounidenses no piensen en descuartizar o triturar a sus rivales, sino sólo en ganar el partido como sea. Ese equipo existe, y es la selección australiana. Pero más allá de la apurada victoria de Estados Unidos ante Australia, lo cierto es que los chicos de la NBA casi siempre juegan al baloncesto como si estuvieran actuando en una película, de modo que no hay diferencia entre el cine y la NBA, entre «Space Jam» y los Juegos Olímpicos. No podemos decir lo mismo de la esgrima.

Vamos a ver. ¿Qué esgrima es esa que no se parece nada de nada a las maravillosas luchas que nunca faltan en las películas ambientadas en la Edad Media? ¿Cómo es posible que haya tanta diferencia entre un combate de esgrima en unos Juegos Olímpicos y el largo y emocionante combate entre Guy de Gisbourne y Robin en la película «Robin de los bosques»?

El coreógrafo de este duelo fue Fred Cavens, que dio clases de esgrima a Basil Rathbone (Guy de Gisbourne) y a Errol Flynn (Robin). En realidad, Rathbone era un buen esgrimista, mejor que Flynn, aunque este último lo disimulaba maravillosamente bien; y como uno y otro sabían lo que hacían, el duelo se rodó casi sin dobles y es una delicia para el espectador. Los esgrimistas de los Juegos Olímpicos no tienen dobles, por supuesto, pero sí una pinta entre samurái y uno de los malos de «La guerra de las galaxias» que promete más de lo que ofrece a los que no entendemos nada de esgrima. Se puede disfrutar de un partido de baloncesto sabiendo muy poco de baloncesto, pero es muy difícil disfrutar de un combate olímpico de esgrima sabiendo sólo lo que podemos aprender en una película como «Robin de los bosques».

La prueba de que esto es así es que muchos no nos damos cuenta de quién ha ganado un combate de esgrima hasta que vemos el marcador, y somos incapaces de saber si un esgrimista se está limitando a decapitar a su adversario cuando podría descuartizarlo o si sólo ha ganado el combate a los puntos. Supongo que Errol Flynn no ganaría hoy una medalla olímpica en esgrima (ni, ay, en tiro con arco), pero estoy seguro de que Carmelo Anthony lideraría a los Tune Squad ante los Monstars tan bien como Michael Jordan en «Space Jam».