En los comienzos del judo, en Valencia, a finales de los años 50, era rarísimo ver a una mujer practicando este deporte. Cuando se inició, en 1964, en Alicante, la tónica era la misma. El judo, deporte de lucha, estaba casi exclusivamente reservado al varón. Las primeras mujeres que lo adoptaron representaban menos del 1 % de adeptos. Mucho más tarde, con los éxitos de Maria Luisa Iglesias, nuestra ciudad empezó poco a poco a ser un vivero de campeonas. Las niñas y los niños, que ya compartían colegio, empezaron a tener acceso por igual al judo y se gestó el fenómeno del que somos testigos en estos momentos. Miriam Blasco, en los 80, Isabel Fernández y Yolanda Soler en los 90, María Bernabeu en el siglo XXI, enseñaron a las alicantinas el camino del Tatami. Actualmente el número de judokas femeninos se ha incrementado de tal forma que en ciertas edades ya supera al de hombres.

Pero el fenómeno más importante es el que se plantea en dos momentos cruciales.

Las etapas clave en la práctica de este deporte se sitúan claramente en la época del aprendizaje de las bases y en un periodo delicado en el que se toma la decisión de escoger entre la competición o el judo lúdico, sin complicarse la vida.

Hay una clara diferencia en la manera de abordar la cuestión por parte de hombres y mujeres. Durante la formación, los profesores de judo suelen tener en sus clases niños y niñas de edades entre los 6 y los 10 años. Es curioso observar a estos niños. Las clases, en general, empiezan con unos minutos de calentamiento, ejercicios de coordinación, repaso de clases anteriores, unas explicaciones complementarias y nuevos elementos. A continuación se suele hacer práctica libre, y la clase se cierra con el retorno a la calma y el descanso de los judokas.

Casi todos los ejercicios suelen hacerse por medio de juegos adaptados a los niños. Y lo interesante está en la actitud tan diferente de niños y niñas al realizar esos ejercicios.

Las niñas suelen atender atentamente a las demostraciones previas, se aseguran de haber comprendido bien el conjunto de instrucciones y tratan de llegar hasta el final de la propuesta. Muchos chicos, mientras tanto, con un ojo miran al profesor, con el otro a sus compañeros, empujan al que tiene más cerca y, aun antes de que acabe la explicación, se precipitan a hacer más o menos lo indicado, o lo primero que se les ocurre.

En dos o tres años las chicas y los chicos tienen un progreso diferente. Vemos niñas que conocen todas las técnicas del programa, saben a qué corresponde cada ejercicio, para qué sirve cada juego. Con doce o trece años han asumido las reglas de comportamiento y su forma de trabajar es la misma que la de un adulto. Entre tanto los chicos han aprendido a esquivar todas las reglas, le han tomado la medida al profesor y son perfectamente capaces de volverlo loco.

Los defectos técnicos los suplen con la fuerza y con la agresividad. Suelen ser más competitivos. Lo malo es que emplean esa competitividad venga o no a cuento. Las chicas, que han madurado mucho más, tienen bastante claro lo que quieren y lo que pueden sacar del judo.

En esa etapa, cuando apunta el carácter de los que pueden ser futuros campeones y campeonas, aparecen los primeros signos que permiten al profesor ayudarles en su elección. Se va a iniciar al periodo que determinará cual de los dos caminos, mencionados anteriormente, va a ser el suyo.

Con su integración paulatina en el mundo de los adultos, estos jóvenes van a decidir si les compensa empezar una carrera deportiva de grandes sacrificios, empedrada de frustraciones. Muchos decidirán, con buen criterio sin duda, que deben aparcar su afición para empezar a pensar en lo que va a ser su profesión.

Pueden seguir con el judo como una actividad de ocio. Otros, atraídos por los éxitos de las grandes figuras, se lanzarán por ese camino. Es el caso de deportistas como Belmonte, Muguruza, Maialen, Lidia Valentín y las grandes judokas, gimnastas, que se han dado en Alicante, Pero esta reflexión es extensible a todo el país y a todos los deportes. No es extraño que, de momento, ellas superen a los varones en resultados.