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Duelos inacabados y quebrantos democráticos

Los desprecios y desaires que está soportando el mundo del toro parece que no tienen comparación con cualquier otro espectáculo. Si la agresión sufrida por el público el pasado domingo durante la novillada por parte de cuatro energúmenos que se lanzaron al ruedo y activaron varios botes de humo hubiera acaecido en cualquier otra actividad, durante la semana no se habrían dejado de oír rechazos enérgicos y condenas profundas hacia un acto tan deleznable. Por no hablar del «paseíllo» indigno a que fueron sometidos muchos aficionados al toreo mientras se dirigían en pleno derecho y actitud pacífica hacia la plaza por parte de alrededor de cuarenta antitaurinos que les acosaron con sus gritos y vejaciones continuadas.

Sin embargo, un silencio atronador ha dejado en el aire toda la afrenta. Es más, días después la concejala Marisol Moreno daba apoyo institucional a dos ciclistas veganos, un italiano y un murciano, que llevan recorridos 2500 kilómetros para pedir, entre otras cosas, la desaparición de la tauromaquia, así como del consumo de cualquier carne de origen animal. Parecía un momento ideal para haberse desmarcado de los actos vandálicos del domingo, pero poner cordura y ética «humana» parece que no va con la edil animalista. Una treintena de personas «respaldaban» el acto a las puertas de la plaza de toros. Deben ser ciudadanos de primera, visto el apoyo consistorial, no como los miles de aficionados que han ido a los toros en estos últimos meses. Esa «inmensa minoría» de seguidores del toreo sigue esperando que sus representantes en el gobierno de la ciudad realicen un gesto hacia ellos, denuncien públicamente el acoso a que se están viendo sometidos, detengan ya de una vez esta espiral de violencia verbal (y ya también física) hacia su integridad antes de que alguien, después de tanto tiempo poniendo las dos mejillas, se canse y rompa el hilo ya demasiado tenso de la convivencia. El largo silencio de la alcaldía no deja de ser cómplice del abuso y del quebranto.

Y mientras tanto, en Madrid la asociación que reúne a los empresarios más importantes del gremio (ANOET) ha pedido al gobierno de la Comunidad que retire el pliego que regirá los próximos años el destino de Las Ventas. No parece del todo ilógico el «desacato» a la autoridad, aunque sí algo turbio. Ojalá se retraten ellos sobre qué soluciones ofrecen a los problemas reales de la tauromaquia: las escuelas taurinas, la desaparición progresiva de encastes históricos, el bajo número de novilladas y festejos de promoción... Hay mucho por lo que protestar, además de los dineros.

Y, en el farragoso estío taurino, con sus ferias y fiestas celebrando el rito táurico por antonomasia, Enrique Ponce ha destapado la caja de Pandora para denunciar que su ausencia de la feria de Valladolid se debe al capricho de José Tomás. El de Galapagar escogió la fecha reservada para el de Chiva y no admitió compartir cartel con él. Siempre según Ponce. Antiguamente la rivalidad de los toreros se medía en el ruedo, único espacio reservado a sus rencillas. Pero José Tomás sigue rehuyendo el duelo con el valenciano con feo estilo. Los dos son nombres incuestionables en la historia taurina: uno llenando los tendidos en escasos carteles con el morbo de un toreo de gran calidad agrandado por sus seguidores incondicionales; el otro con un estilo insultantemente regular que le ha mantenido veinticinco años en primera línea, superando al mítico «Lagartijo». Ponce le ha lanzado el guante, reprochándole por qué no ha pedido su fecha de Bilbao, con el toro de imponente presencia. ¿Cuánto supondría para la fiesta, pongamos por caso, el anuncio de un mano a mano entre ambos con una ganadería de postín en la capital vizcaína, o en Madrid, o Valencia, o Albacete, o cualquier coso de prestigio? Pero esa será una historia que quedará en el limbo de los sueños de los aficionados.

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