Esta semana se han publicado los datos del Barómetro del CIS correspondientes al mes de julio de 2016. Como siempre, de ellos lo que más ha llamado la atención han sido aquellos referentes a intención de voto. Los partidos que suben y los que bajan. De ahí, cada uno, saca conclusiones para justificar sus resultados.

Aunque después de lo visto, entre otros, en el referéndum del «Brexit» en el Reino Unido y, especialmente, en las elecciones españolas del pasado 26 de junio, es increíble que alguien se siga tomando en serio las previsiones electorales que nos dicen los estudios demoscópicos. Es difícil igualar fallos tan clamorosos. Nadie supo prever tan poca previsión. Con tanta tecnología, y el resultado final hubiera variado poco recurriendo a la clásica «bola de cristal» y, en todo caso, siempre hubiera sido más barato y tradicional. Por tanto, la credibilidad de los sondeos electorales empieza a ser más una cuestión de fe que otra cosa.

Por suerte, en muchos de estos estudios no sólo se incluyen temas electorales, que son los que más favorecen la presencia de un creciente «voto oculto», sino que aparecen temas más ligados a la percepción personal de cada uno ante los problemas en la sociedad y ahí sí parece interesante el destacar algunos datos.

Es llamativo que, casi 5 años después de llegar Rajoy al Gobierno, el paro siga siendo la principal preocupación de un 75,6 de los españoles. Basta recordar los lemas de su campaña electoral o su foto frente a una oficina del INEM para comprobar su poco éxito, a pesar del intenso maquillaje de las cifras. La precariedad en el empleo que se crea y sus pésimas condiciones están detrás de esta preocupación que afecta, nada menos, que a tres de cada cuatro personas.

Otro síntoma que detecta el CIS es el preocupante aumento de las desigualdades sociales y el peligro de la exclusión social. Un dato poco destacado es el de los ingresos netos mensuales por hogar: En el 25,5% de los casos estaban por debajo de 1.100 euros y, en otro 31,7% oscilaba entre 1.100 y 1.800 euros. O sea, que según el barómetro de julio actual el 57,2% de los hogares españoles ingresa, netos, menos de 1.800 euros entre todos sus miembros. Son cifras muy preocupantes y aún deben serlo más si las comparamos con las de julio de 2015: Entonces esta situación se daba en el 47,9% de los hogares. Está aumentando el número de hogares que tienen que vivir limitándose a esos ingresos. Son datos oficiales. Se está empobreciendo a la sociedad, mientras otra parte, mucho más reducida y cercana al poder, gana más que nunca con sus pelotazos, enchufes, subvenciones y demás «milongas». Hasta tienen que llevarse el dinero fuera porque se ve que aquí no les cabe.

También cifras oficiales poco conocidas nos hablan de otros problemas: según la última EPA el 25% de los parados españoles lleva cuatro años o más sin trabajar. Suponían unos 1.100.000 afectados aproximadamente. Ninguna de ellos cobra prestación contributiva. De ellos, los que cobran alguna ayuda sólo suponen el 23,4%, y el que tiene la suerte de hacerlo percibe 426 euros mensuales. El propio INE reconocía que uno de cada tres españoles corre riesgo de pobreza y exclusión social. La cobertura a los parados está en mínimos históricos, hasta la ministra Fátima Báñez se vanagloria de lo que ahorra en prestaciones. Para ellos lo importante son los números, las estadísticas, no las personas que hay detrás. Éstas tendrán que esperar algún milagro, de la Virgen de Fátima u otras, para salir de esta situación como esto siga igual. Incluso cuando se ponen condiciones para apoyar gobiernos y justificar cambios de actitud no aparecen estas preocupaciones como fundamentales. Así va todo.