Si quieres la paz, prepárate para la guerra, escribía en el siglo IV el escritor romano de temas militares Vegecio, frase incrustada en las mesillas de noche de los defensores de los militares y, cómo no, de la poderosa asociación del rifle norteamericana y firme defensora de la 2ª enmienda. La pistola alemana Parabellum y el cartucho 9 x 19 tienen dicho origen, de triste recuerdo para los españoles que en la época de la barbarie terrorista en el norte de España segó cientos de vidas y alojó de forma permanente en el dolor a miles de familiares y amigos.

La primera vez que fuera de los libros de texto clásicos volví a encontrarme con esas letras escritas fue en un encerado de la Academia de Artillería de Fuencarral haciendo las milicias universitarias, letras que hoy todavía figuran esculpidas en la Academia de Zaragoza. Fueron tiempos convulsos a la par que ilusionantes, recién fallecido Franco. Desde plataformas mediáticas como El Alcázar lugar desde el que se inoculaba hasta el paroxismo el veneno de una guerra civil ya olvidada para las nuevas generaciones, y que ayudó a que una matanza, la de Atocha 55, cinco abogados laboralistas asesinados por la extrema derecha, fuera el germen de la libertad. A las armas se les respondió sin enarbolar instrumentos del ojo por ojo, la venganza fue la manifestación pacífica de Madrid en la que el Partido Comunista, meses después autorizado por Adolfo Suárez por sorpresa un Sábado Santo de 1977, impidió cualquier atisbo de violencia y abrió, en parte, el camino hasta la democracia.

Desde 1977, primeras elecciones generales, hasta las últimas hasta ahora fallidas del pasado junio, han trascurrido 39 años, y salvo la legislatura en que Aznar confesó hablar catalán en la intimidad, la cámara baja de las Cortes Generales ha funcionado bajo el rodillo de las mayorías absolutas, con fuerte oposición en número de escaños, pero con nulo poder real en las votaciones parlamentarias que siempre se han decantado de forma monográfica hacia uno de los bipartidistas que han regido nuestra democracia de forma alternada.

Pero los tiempos han cambiado, la severa crisis que aún padecemos alumbró el 15-M, renació la contestación de las mayorías silenciosas que ya se habían entrenado en la generación de la Transición, y dio paso a un multipartidismo que ha venido para quedarse. Encuestas postelectorales a la última convocatoria del pasado junio muestran una cierta estabilidad al alza de PP y PSOE reforzándose el voto estratégico con una gran fidelidad en el voto, y un ligero descenso de las nuevas marcas, Unidos Podemos y Ciudadanos. En cualquier caso, una nueva convocatoria electoral proporcionaría un mapa bastante parecido al actual con algún malherido no muy magullado en el camino y algún que otro gesto de satisfacción controlada por no haber sido víctimas del fuego amigo.

La partida de ajedrez que llevan jugando los partidos desde octubre del año pasado sólo conduce a tablas, y mientras, un gobierno en funciones hace los deberes imprescindibles para sobrevivir sin entrar en la UCI, no hay visos de un presupuesto para el año que viene, la caja de la Seguridad Social está empezando a tejer telarañas sin un nuevo Pacto de Toledo que garantice las pensiones para las generaciones venideras cuando antes parecía la del tío Gilito, la Unión Europea nos ha sacado tarjeta amarilla con advertencia de roja, el desempleo decrece fundamentalmente debido al sector servicios que se ve favorecido por la inestabilidad de países tradicionalmente receptores de turismo, pero aún hay millones de españoles que sobreviven de ayudas públicas y de la generosidad de los cercanos que hacen de la solidaridad una asignatura que aprobamos con nota alta.

El PSOE teme que le adelanten por la izquierda si se aviene a una abstención, y Ciudadanos se ve en peligro camino de la abducción por el PP, lo que hace interminables las variantes ajedrecistas que sólo conducen a apuntalar estrategias de partido, olvidando que por encima de los partidos están los ciudadanos, que ya amenazan con pasarse a la abstención y no volver a votar por tercera vez.

El PSOE sólo tiene un camino, o hacerse el harakiri con el «sostenella y no enmendalla» no facilitando la formación de Gobierno, o volver al espíritu de la Transición negociando duro ganando cinco y perdiendo cuatro. Es el momento en que tiene que recuperar la iniciativa ofreciendo la abstención de 11 de sus diputados a cambio de modificar la Ley de Educación, a eliminar lo ponzoñoso de la reforma laboral, a comprometerse a que las inversiones en I + D + I aumenten progresivamente, a que la AEAT crezca en número de funcionarios por cada mil habitantes para erradicar el fraude fiscal, a que se cree un organismo autónomo e independiente del gobierno que haga que la corrupción no sea noticiable años después de la rapiña a buen recaudo en algún paraíso fiscal, por mencionar algunas de las tareas imprescindibles.

Por ello, dando la vuelta al título de estas reflexiones, si este país necesita un gobierno, negocia fuerte y cede con alguna recompensa para los ciudadanos, creo que todos nos lo merecemos. Yo votaría sí a la abstención.