No sé si conocen a Banksy, un grafitero británico que ha cosechado la unanimidad del mundo del arte al definir sus murales callejeros en Londres como obras de arte incontestables. Banksy, artista anónimo, ha traspasado las fronteras del Reino Unido para trasladar su «street art» -furtivo y siempre inesperado- a las paredes de otras grandes ciudades del mundo, de tal modo que cualquiera de sus obras, expuestas a pie de calle, sometidas a la amenaza de los servicios de limpieza y casi siempre realizadas desde la rebeldía y a contracorriente del «establishment», se reciben con la misma expectación e interés con que París celebraba cada nueva obra de Picasso. A pesar del salto internacional, no es necesario que el Big Ben salga en las fotos para adivinar que si vemos una obra de Banksy, nos encontramos en cualquier calle de Londres. No hay turista en esa ciudad que pateando sus calles no se detenga ante un mural del artista, haga una fotografía y la suba a las redes sociales, convirtiendo a la capital británica en un enclave perfectamente reconocible con solo toparse en internet con el trabajo del misterioso grafitero. El arte como souvenir. El arte callejero como elemento turístico asociado a una ciudad. El arte como ingrediente reconocible del lugar donde nace. Los murales de Banksy son a Londres lo que las espectaculares esculturas de arena de la Playa de Levante lo han sido durante décadas para Benidorm, ítems ligados a esa playa como parte de un pack indivisible, imagen de fondo conservada en álbumes y discos duros de millones de turistas europeos durante más de tres décadas; un arte efímero, sin embargo, que el Ayuntamiento de la localidad ha decidido eliminar para sacar la actividad a concurso público. Nada que objetar al ordenamiento administrativo de lo que se hace en la calle, pero ha tenido tiempo el gobierno local para poner en marcha la maquinaria burocrática pertinente y permitir a los artistas playeros ejercer durante los meses en los que más importante se antoja la promoción y la difusión de la imagen de la localidad. Una lástima, era lo más cerca que ha estado Benidorm de aprovechar una expresión artística como atractivo turístico. Por fortuna para Banksy, trabaja en Londres y no hace esculturas de arena.
