Los Juegos Olímpicos de Brasil vuelven a poner sobre la mesa el tema del dopaje en el deporte. Un tema que ha dejado tras de sí a decenas de deportistas que han muerto a consecuencia de la ingesta de sustancias que durante toda su vida deportiva han consumido, y que, a la larga, les han provocado disfunciones y enfermedades que han acabado con su vida. Pero estos riesgos no les fueron comunicados a los deportistas por quienes les suministraron las sustancias ilegales, y por esa desmedida ambición por conseguir victorias, sea como fuera, prefirieron correr ese riesgo, aunque no tuvieran ninguna información sobre las consecuencias negativas para su cuerpo de exigirle más por métodos antinaturales que no fueran sus propias condiciones físicas o el entrenamiento. Pero si hasta la fecha los deportistas limpios callaban ha llegado el momento en el que no lo hacen y protestan públicamente contra quienes hacen trampa en el deporte. Y ahí tenemos los casos recientes en natación haciéndole el vacío a quienes han sido sancionados por doparse.

En nuestra legislación penal se sanciona con penas de prisión de hasta dos años a quienes prescriban, proporcionen, dispensen, suministren, administren, ofrezcan o faciliten a deportistas federados no competitivos, deportistas no federados que practiquen el deporte por recreo, o deportistas que participen en competiciones organizadas en España por entidades deportivas, sustancias o grupos farmacológicos prohibidos, así como métodos no reglamentarios, destinados a aumentar sus capacidades físicas o a modificar los resultados de las competiciones, que por su contenido, reiteración de la ingesta u otras circunstancias concurrentes, pongan en peligro la vida o la salud de los mismos. Pero también se les sanciona con penas de inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio, de dos a cinco años.

El problema es que a quienes se dopan se les sanciona a veces con inhabilitación temporal, cuando debería establecerse una sanción de inhabilitación permanente para quien ha vulnerado no sólo la norma deportiva del dopaje, sino el código ético que un deportista debe tener. Debemos destacar que es realmente rechazable que quien se ha dopado y vulnerado los códigos del deporte vuelva a competir y que sus competidores vean a su lado a una persona a la que se le han detectado sustancias ilegales en su cuerpo.

Porque la cuestión es sencilla: quienes se dopan juegan al escondite con los que investigan el dopaje y se arriesgan a ser sorprendidos con la ingesta de productos ilegales, pero si por las razones que fueran quienes les suministran los productos están más avezados en esconder las sustancias en el cuerpo del deportista que los que los deben detectar y los enmascaran pueden conseguir victorias ilícitas en la competición en la que participen, de ahí que llegado el caso de que sean sorprendidos la sanción deportiva debe ser la de inhabilitación permanente por haber vulnerado las más elementales reglas del deporte. Sanción de inhabilitación que también debería ser permanente y no temporal para quienes les han suministrado los productos.

Y no cabe como defensa que la vida del deportista es corta, porque quien se arriesga a participar en este juego de la «trampa del doping» debe asumir, también, el riesgo de la pérdida de los derechos a seguir compitiendo. Pero si la sanción es de un año, por ejemplo, quizás, quienes juegan al riesgo del dopaje prefieran optar por el riesgo de una sanción corta. Si no les cogen pueden lograr victorias que no conseguirían desde el entrenamiento o el sacrificio y si lo hacen la sanción temporal puede permitirles arriesgarse al valorar la sanción y la recompensa si no los detectan.

Al menos, de sancionarse con inhabilitación permanente, ello evitaría más muertes por dopaje si quienes asumen el riesgo ahora de una leve sanción saben que pueden perder su actividad deportiva profesional, ya que la vida parecen no ser conscientes de los ejemplos que el deporte nos ha dado de quienes la dejaron asumiendo esos riesgos por subir a un podio, pero que les quitó 40 o 50 años de la vida que hubieran tenido.