Imaginemos que encontramos frente a nosotros la imagen de dos pescados enlazados. Algunos pensarán inmediatamente en el símbolo zodiacal de Piscis que, por cierto, también constituye la era astrológica que se inició hace 2000 años y en la que aún nos encontramos. Otros evocarán el emblema del cristianismo primitivo. También habrá quien enlace directamente con los dioses egipcios Isis y Osiris. Incluso alguno identificará los trazos como la señal de la pagana unión entre lo femenino y lo masculino. Ciertamente, este símbolo, ha sido utilizado con todas estas connotaciones a lo largo de los siglos y las culturas.

Según la semiótica, disciplina que estudia los signos, las personas necesitamos entender y compartir todo cuanto nos rodea, y lo hacemos a través de códigos que tienen un sentido o significado común. El lenguaje, sin ir más lejos, es un conjunto de símbolos, que encierran una significación. Lo mismo ocurre con las cifras y la matemática en general. Pero el simbolismo también aparece en áreas mucho más cotidianas, como las prendas de vestir. Jean Claude Kaufmann, director del Centro Nacional de Sociología francés analizó en su libro Le Sac la emancipación de la mujer en los últimos siglos, a partir del tipo de zapatos que ha usado en cada época. De igual modo, un estudio de la Universidad de Kansas realizado en 2012 demostró que era posible deducir el 90% de los rasgos de personalidad de un sujeto a partir del análisis de su calzado.

La forma de cualquier objeto también encierra connotaciones complejas. Un cuadrado, por ejemplo, representa la detención, el estancamiento. El círculo genera la idea de la perfección, la homogeneidad, la divinidad. No eran casuales las formas que usaban los antiguos pueblos romanos, griegos o cristianos para definir la planta de sus templos.

Algo semejante ocurre con las relaciones amorosas. En ellas, la simbología resulta crucial, y aparece en los mensajes que una persona envía a otra, desde la tradicional rosa roja, hasta el obvio símbolo de un corazón, pasando por candados en las rejas, o la manida estampa de Cupido. Sin embargo, no todos los símbolos de amor emitidos son voluntarios. Algunos, incluso, son exclusivos para sólo dos personas?

Uno de los grandes investigadores en semiótica fue el filósofo francés Roland Barthes quien, en su obra Discurso amoroso, hablaba así de la influencia de los símbolos en el amor: «La mayor parte de las heridas me vienen del estereotipo: estoy obligado a hacerme el enamorado como todo el mundo: a estar celoso, abandonado, frustrado, como todo el mundo. Pero cuando la relación es original, el estereotipo es conmovido, rebasado, eliminado».