Hace unos días cayó en mis manos un artículo que escribí para este periódico, hace cuatro años, el 3 de agosto de 2012, titulado «Ya no tenemos españoles en el judo de los juegos de Londres». Cuando lo releí me pasó amargamente por la cabeza la posibilidad de volverlo a publicar cambiando apenas un par de datos.

En dos jornadas nos hemos quedado sin cuatro de nuestros cinco representantes. Sólo nos queda la posibilidad de ilusionarnos esta tarde con María Bernabéu que, por cierto, se federó en Galicia donde, parece ser, recibió más apoyo institucional que aquí. Aquel artículo sigue siendo de plena actualidad. Posiblemente sería válido para muchos otros españoles que participan en otros deportes, diferentes de judo, pero que sufren las mismas calamidades. Recuerdo que la última frase era: «Para Río de Janeiro ya tendría que haber un equipo de judokas, con sus técnicos y sus planes de trabajo muy claros, incluso con sus federativos atentos para protegerlos y animarlos. Pero para eso tendríamos que ser rusos, japoneses, o franceses». Cambiamos Río de Janeiro por Tokio y la frase vuelve a estar al día. Desde el 92 el descenso en medallas ha sido imparable y en judo no se ha vuelto a subir nadie al podio desde el año 2000. Los cinco representantes españoles son muy buenos y muchos de los que se han quedado fuera tan buenos o mejores que estos. Solamente uno de ellos tiene la juventud suficiente como para seguir soñando con volver a una cita de este calibre.

¿Cuál es el problema? El de siempre. Llegan a los juegos olímpicos después de haberse agotado física, mental y financieramente y al final tienen bastante con participar porque no les queda combustible.

Lo han gastado todo por el duro camino de la clasificación. Y lo peor es que todos esos años de esfuerzo no aparecerán en su vida laboral a efectos de cotizaciones para su jubilación.

María Bernabeu, gracias a su subcampeonato mundial, a su comunidad religiosa, a su familia, a su club Ozone, que se volcó con ella y con el judo desde el primer momento, a su entrenador Carlos Montero y tal vez a la federación gallega, a la que se acogió por diferencias de su equipo técnico con la valenciana, parece que lo ha tenido un poquito menos complicado. Esta tarde lo veremos. En cualquier caso, seguiremos esperanzados el resto de los deportes y al final haremos los cálculos para ver si se frenó el deterioro o se va ampliando aún más la distancia con los países de nuestro supuesto nivel.