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Mariola Sabuco

Peligro, robot

Los Juegos Olímpicos de Brasil parecen estar llamados a ser los últimos de una era, al margen de las gestas deportivas que se puedan lograr, si es que finalmente se consigue alguna. Con los próximos, los de Tokio 2020, entraremos en la cuarta revolución industrial, la de los robots, para la que el Foro Económico Mundial, en su último informe, ya prevé la automatización del 43% de los puestos de trabajo, lo que en el lenguaje de la calle implica la sustitución de personas por máquinas en solo cuatro años. Japón ya hace tiempo que lleva delantera en este peliagudo asunto y tratará de asombrar al mundo en sus Olimpiadas con los taxi-robot, un proyecto en el que trabajan expertos ingenieros en robótica y que se encuentra en su última fase de experimentación. El aterrizaje de los robots en el mundo laboral es ya cuestión de poco tiempo. Solo hay que echar un vistazo a las investigaciones que más dinero reciben actualmente para comprobar que básicamente están relacionadas con esta nueva tecnología y que, lejos de estar concentradas en un punto del planeta, se reparten por todo el mundo. Los nipones presentarán en 2020 su taxi-robot y avanzan en los bots cuidadores de mayores y niños, en Australia se experimenta ya con un robot albañil, en Suiza se trabaja en un robot depredador destinado presuntamente a la caza de no se sabe qué o quién; en Rusia, en un ordenador emocional y en Argentina se tiene a Gardelito, un androide con inteligencia cognitiva que es capaz de moverse como una persona y hasta conversar. De los recelos y suspicacias que despierta la inteligencia artificial tenemos una ingente producción de literatura y películas enfocadas más en el aspecto filosófico del asunto si las máquinas llegarán a sentir como las personas que en el pragmático problema de qué va a pasar con quienes pierdan su empleo en lo que ya se denomina como la digitalización industrial. En el último año, 570.000 intervenciones quirúrgicas en todo el mundo las realizaron robots, a los que la tecnología les capacita para ser, entre otras profesiones, perfectos administrativos, certeros colaboradores legales y pacientes cuidadores y rehabilitadores. En nada, el pensamiento humano creativo aplicado a la robótica volverá a demostrar cuánto se puede cambiar el mundo sin tener claro el precio a pagar por ello.

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