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Arturo Ruiz

La excursión de Bonig

Con ese vestuario que eligen los políticos cuando se van de excursión fuera de los despachos -ya saben: atavío elegante pero informal-, la líder de los populares valencianos, Isabel Bonig, se desplazó recientemente a la estación del trenet en Benissa para tildar de «inútiles« a Ximo Puig y Mònica Oltra por ordenar el cierre del TRAM entre Dénia y Calp por razones de seguridad. Es verdad que esta medida, que ha dejado por primera vez a la Marina Alta sin conexión ferroviaria en más de un siglo, se ha hecho mal, de un día para otro y sin preocuparse demasiado de los viajeros de una de las comarcas más aisladas de esta parte del mundo. Pero que sea precisamente Bonig la que ahora se rasgue las vestiduras por esta catástrofe ferroviaria es de récord: fue el PP el que durante años y más años dejó de invertir en una línea degradada a ritmo de traviesas podridas, vagones que de pronto se llenaban de humo y retrasos históricos mientras el Consell de la gaviota dedicaba el dinero -mira que en su día hubo dinero- a asuntos de mucha mayor enjundia social como bien es sabido, desde la Copa del América hasta el utilizadísimo aeropuerto de Castellón.

Hay veces que los partidos -éste y otros- actúan como si la gente no supiera leer o no tuviera memoria: Bonig se fue a hacer su excursión a una estación, la de Benissa, que lleva abandonada desde los noventa, es decir, durante todo el periodo en el que su partido mandó en Valencia; ella misma fue consellera de Infraestructuras y planificó tarde y mal un plan de obras en ese TRAM que no sirvió para evitar que pasara lo que ha pasado; y justo a la misma hora en que tronaba contra Puig y Oltra, el pleno de Dénia se reunía para alegar contra la bárbara decisión del Ministerio de Fomento -administración regida por el jefe de Bonig, un tal Mariano Rajoy- de declarar no rentable el Tren de la Costa, otro ferrocarril que debe unir por el litoral Valencia con Alicante para salvar de su histórico aislamiento ya no sólo a la mencionada Marina Alta, sino también a un municipio -no sé si les suena- llamado Benidorm, casualmente el destino turístico más importante del Mediterráneo Occidental y que asombrosamente tampoco tiene un tren de alta velocidad con las principales capitales del reino.

Sí, hay veces en que los partidos -éste y otros- actúan como si no tuvieran ninguna responsabilidad en las tremendas carencias de las comunicaciones de esta provincia. Más ejemplos: el aeropuerto de Alicante-Elche, conectado con todas las latitudes del universo, capaz de fletar cualquier día de verano un vuelo cada tres minutos y enclave trascendente de nuestro turismo (cuestión aparte es que sólo tengamos como horizonte de prosperidad el turismo sin haber sabido/podido diversificar nuestra economía), es la única gran terminal europea que carece de conexión ferroviaria. Lo que, por cierto, incumple las directivas de la UE y sería impensable en otros grandes aeródromos como el del Prat de Barcelona o el de Barajas-Adolfo Suárez de Madrid, ciudades donde el turismo será muy valioso pero no la piedra angular de sus economías. Es más, cuando viajas a Madrid en AVE, el billete para trasladarse después al aeropuerto de Barajas en tren de cercanías es gratuito. A eso se le llama una buena política de movilidad.

Mientras tanto, aquí nos dedicamos a organizar excursiones a estaciones abandonadas que debían estar rehabilitadas hace años. Y así nos va.

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