Pese a los rigores del verano, y aunque parezca una aberración, hay quienes no desprecian un buen cocido entre semana servido como mandan los cánones, esto es, con su sopa (de letras) calentita primero. Ya sé que les está entrando un cierto sudor frío de pensar en los 37 grados exteriores a la sombra y los 50 grados interiores de la sopa, pero si tienen un poco de imaginación -pese a que en verano eso se aproxima mucho al oxímoron conceptual- verán que la sopa de cocido y el calor estival pueden hacer un matrimonio tan unido y coherente como los que nos están sugiriendo nuestros políticos con el cocido que llevan de cara a la investidura. Y aún hay más a favor de la sopa: después llegan los garbanzos, la verdura, el chorizo y las carnes, todo regado con un buen tinto de la zona. Eso sin contar con el arroz de cocido del día siguiente, una maravilla gastronómica al alcance de todos. No se puede dar más por menos, algo que no estoy seguro garanticen los partidos políticos en danza alrededor de la sopa de letras que los distinguen (PP, PSOE, C's, CDC, IU, PNV, ERC; no me olvido de Podemos, no, pero como en cada sitio se presentan con siglas diferentes, añadan ustedes a la sopa el resto de las letras del abecedario, incluido el cirílico, y no se equivocarán? si la acompañan con un vino peleón y barato, de esa forma, y tras los sustos sufridos entre Hacienda y la Universidad, no dejarán temblando su maltrecho «monedero», que no está el pobrecito para despilfarros).

Hay que reconocerle a los podemitas, especialmente a ciertos de sus dirigentes, los más monacales y ortodoxos, una gran habilidad a la hora de predicar con especial celo una cosa para los demás y luego hacer justamente lo contrario. Y como este amanuense servidor de ustedes dos es persona razonablemente viajada, sobriamente leída, todavía guardo vívidos recuerdos de mis estancias en la bella ciudad de Florencia, cuna de Dante, aunque no su tumba, que he visitado en la también fascinante Rávena. Pues bien, y con permiso de Stendhal y de los psiquiatras que nunca lo trataron de su pretendido «síndrome», en la ciudad toscana predicó y gobernó fugazmente el dominico Girolamo Savonarola, un monje asceta dedicado a estigmatizar con su flagelo cualquier desviación del puritanismo y la disciplina mortificadora contra el pecado. De ahí que persiguiera con auténtica saña a los homosexuales, el alcohol, el juego, la ropa provocadora o los perfumes (¿conocen una religión que hoy, entre otros pecados, persiga lo mismo con la misma ferocidad? Yo sí y ustedes también). Pero al menos Savonarola predicó con el ejemplo. Inventor de la «hoguera de las vanidades» -catártica pira donde los nobles y el pueblo debían arrojar los signos del pecado, el lujo y la depravación-, el fanático monje fue finalmente víctima de otra hoguera, la suya propia, muriendo envuelto en llamas para alivio de las castas dirigentes y los menesterosos, que el pueblo también peca.

En el caso podemita hemos conocido suficientes hechos en los que se demuestra que nada o casi nada es lo que parece. Cuando vas por la vida disfrazado de arcángel flamígero expulsando del paraíso a los pecadores, lo menos que se le puede pedir al verdugo es que el traje le siente bien. Ya tiene guasa vestir de vegetariano y tener el zurrón lleno de carne. El número dos de Podemos, Íñigo Errejón, a raíz de su trabajo cobrado para la Universidad de Málaga, fue inhabilitado por dicha institución académica para realizar proyectos de investigación de similares características. Al arcángel podemita, el incorruptible Pablo Iglesias (el otro), le persigue siempre el fantasma shakesperiano de los dineros cobrados de Irán y Venezuela, bien para el programa televisivo «Fort Apache» o para la Fundación CEPS, como publicaban ABC y El País. Aunque el Supremo haya archivado las querellas presentadas por esos hechos, para los amantes de las tragedias de Shakespeare el espectro del «Banquo Macbethiano» sigue visitando el castillo escocés. Monedero pagó hace año y medio 200.000 euros a Hacienda para evitar una sanción fiscal, como recogía El País; y recientemente el mismo Monedero de hace año y medio era suspendido de empleo y sueldo por la Complutense de Madrid por realizar trabajos de asesoría con los Gobiernos de Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua (los más democráticos de la zona) sin haberlo declarado a la Universidad, instándole además a devolver 42.500 euros. Por fin, cerrando el «círculo» podemita, Pablo Echenique -el que iba a cortar las cabezas de los disidentes al régimen y a sus amados líderes- mantuvo durante 14 meses a un asistente personal sin contrato y sin cotizar a la Seguridad Social, lo que ha llevado a su socio IU a exigirle explicaciones. Todas estos banales hechos están profusamente recogidos por los medios de comunicación.

¿Reacciones? ¿Pedir disculpas? No, todo obedece a una conspiración fabricada contra Podemos y sus líderes, es más que evidente. Lo mismo pasa con políticos y políticas podemitas tránsfugas que, en vez de dimitir y entregar su representación, como ellos y ellas exigían de los demás, se amarran al duro banco del poder, el sueldo y los privilegios. ¿No conocen ningún caso? Pues están muy cerca de ustedes. Una vez descubiertos ya pueden comerse la sopa y el cocido.