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Isabel Vicente

Calzoncillos para David

Los niños de ahora son demasiado sensibles. Al menos los rusos. O eso piensa Inna Lvovna, la mujer que ha iniciado una campaña para intentar tapar los genitales al David de Miguel Ángel porque, a su juicio, «este gigante afecta negativamente a las almas de los niños». La polémica ha surgido en San Petersburgo donde se ha presentado una muestra sobre la obra del artista italiano que incluye una réplica de la famosa estatua cuyo original se encuentra en Florencia. La copia, tan enorme como la original, se ha colocado en la calle, lo que ha llevado a Inna a preguntarse «¿cómo han podido poner a este tipo sin pantalones en el centro de la ciudad cerca de un colegio y una iglesia?». Se ve que esta señora no es muy aficionada al arte ni conoce Florencia donde otra reproducción lleva siglos en la plaza de la Signoría, pero el caso es que los organizadores de la muestra han atendido sus quejas y han lanzado en internet una pregunta sobre si se debe vestir al David. La campaña, llamada David dress (Vestir a David), contempla que los internautas opinen sobre si hay que tapar las vergüenzas de la estatua y, en ese caso, qué vestimenta habría que ponerle. Además se pide que expliquen de qué forma se le debe vestir e incluyan una ilustración de la propuesta. Hasta el día 15 hay de plazo para proponer los taparrabos, calzoncillos, hojas de parra o trajes de Armani que se les ocurra a los internautas y, si finalmente vencen los puritanos, el 30 de agosto el David de San Petersburgo será vestido con la opción más votada. Obviamente, la idea de cubrir los desnudos en esculturas y pinturas en tan vieja como el arte. Que se lo digan al pobre Danielle da Volterra que ha pasado a la posteridad por encargase, a petición del papa Pío IV, de velar pechos, glúteos y genitales de las figuras de la Capilla Sixtina, aún en vida de Miguel Ángel. Por no hablar de la decisión de las autoridades italianas de colocar paneles de madera tapando las estatuas desnudas en los Museos Capitolinos para no ofender al presidente de Irán durante su visita a Roma en enero. Que ver dos tetas escandalice a un papa del siglo XVI o al dirigente de un país islámico del siglo XXI puede hasta entenderse, pero que los organizadores de una muestra sobre la obra de Buonarroti se tomen en serio lo de que el David puede afectar a las almas de los niños de San Petersburgo hasta el punto de plantearse taparle el culo, no puede responder más que a una operación de marketing. Sea cierta o no la indignación de Inna Lvovna, lo que es indudable es que el revuelo en las redes sociales ha provocado la mejor publicidad para la exposición. Si estas tontadas sirven para difundir la obra de genios como Miguel Ángel, bienvenidos sean los mojigatos.

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